Empezando la historia por el final, confieso públicamente mi pasmo: no comprendo el cese de José Luis Cienfuegos como director del Festival Internacional de Cine de Gijón. No lo entiendo desde la premisa de que lo que se ha de valorar en una gestión son sus resultados. Porque FICXixón ha sido, bajo la batuta de Cienfuegos y hasta hoy, un disfrute en la forma, en el fondo, en el esfuerzo palpable, en el poder de convocatoria, en la proyección nacional e internacional, en la capacidad de crear públicos, en el oasis al cine oligopólico de sota, caballo y rey, en la diversidad de propuestas: veteranos y noveles, cine extranjero y cine hecho en casa, creación alternativa o de aspiración comercial? todo ajustado a un presupuesto con el que, recortado este año, se hizo prácticamente lo que en anteriores.

Ahora bien, si las claves para la decisión operan fuera de la buena gestión y los probados resultados, entonces nos topamos con una política «a favor de» o «a la contra de» que yo me temo, de verdad, que ya no se sabe, a estas alturas, ni a la contra de qué va.

Nada que reprochar, quede claro, a Nacho Carballo, cineasta gijonés que, pese a su juventud, tiene ya cierta trayectoria, y al que dirigir el festival de cine de su ciudad -con el que ya venía colaborando- debe saber a gloria bendita. Habrá de devanarse los sesos a tope si quiere mejorar lo hecho. Que haya trascendido, su consigna principal es la apuesta por el cine hecho en Asturias, cosa que está muy bien y que ya tenía su espacio en el festival internacional que todos conocimos, festival que, como su nombre indica, es internacional, es decir, ha de exhibir producciones de dentro y fuera de nuestras fronteras administrativas. Si sólo -o mayoritariamente- las exhibe de dentro, ya será otra cosa.

A mí me parece crucial que en nuestros espacios escénicos y equipamientos culturales, de los más modestos a los más espectaculares, haya siempre reservados buenos tiempos y espacios para la producción propia, y que la creación incipiente se codee con la consagrada. Pero convertir la defensa de lo autóctono en argumento para desmontarlo todo, incluso aquello probadamente bien hecho, acaba haciendo flaco favor a lo primero, además de estropear el resto.

El hecho es que a José Luis Cienfuegos le hurtan el honor de materializar la 50.ª edición de un festival de cine que es lo que es gracias a sus artes. Ojalá no acabemos viviendo en FICXixón una crisis a los cincuenta.

El cambio en el certamen gijonés ha sucedido horas después de que el concejal de Cultura, Educación, Juventud y Festejos de Gijón, Carlos Rubiera, anunciase el fin de la era de los macroconciertos en la ciudad, hecho que me retrotrajo al menos un lustro en la vida cultural de nuestra villa porque, que yo sepa, la programación festivo-cultural se había moderado notablemente ya en tiempos de Paz Fernández-Felgueroso particularmente a raíz de la debacle de Paul McCartney, fiasco que Rubiera usó como argumento para desmerecer toda una época. Tiempo que, pese a quien pese, la mayoría guardaremos golosamente en nuestra memoria y que se inició cuando la cincuentañera cañón que era Tina Turner en 1990, sacó voz, melena y piernas desde lo alto de aquella escalera en el concierto de El Molinón.

Se dejará de pelear por figurar en las grandes giras, por contención, por falta de dinero, de capacidad de riesgo o de equipo, o porque se valoran otras cosas, pero no podemos negar que aquello fue estupendo para la ciudad y sus gentes, jóvenes y menos jóvenes, y aún hoy lo estamos rentabilizando y relamiendo.

Hablar de plantear una «oferta adecuada para una ciudad de 270.000 habitantes» suena catetorrancio y viejoprematuro, es como haberle dicho a la Turner que estaba para pasear caniches porque era cincuentona. Y es no haber estado aquella noche de julio al final de las escaleras sobre las que empezó a rugir la afroamericana para demostrar que ni la pobreza, ni los cánones de belleza, ni los seres obtusos, ni los años pueden impedir que brille el talento.