No se hagan ilusiones, que no me refiero a escarceos escabrosos con un guapo turco de turbadores ojos negros; me refiero a que mi pasión turca es mi amor a los libros. Es tan fuerte que no puedo abandonarla, ni los cantos de sirena de e-books ni cosas por el estilo me tientan, y no necesito atarme como Ulises para poder resistirme. Simplemente miro esos adelantos técnicos con condescendencia y sigo acariciando con placer mis amados libros.

Soy una empedernida lectora desde el mismo momento en que aprendí a leer, no fui una niña prodigio de esas que aprenden a leer solas a los 3 años, yo empecé a leer cuando me tocaba; pero, eso así, desde aquel momento leí todo lo que ha caído en mis manos. He llorado, he reído, he amado, he soñado, he conseguido transportarme a otros mundos cuando éste me parecía insoportable.

Recuerdo mi sufrimiento con «El diario de Ana Frank», mi anhelo de parecerme a la Jo de «Mujercitas», mi flechazo por Rhett Butler en «Lo que el viento se llevó». Pasé mi etapa de las gamberradas de Guillermo y las historias de Enid Blyton. Me fascinó «Antoñita la Fantástica». Compaginé las novelas de vaqueros, Zane Grey y similares, con las novelas policiacas de Agatha Christie y de espionaje de Openheimer. Me enamoré de Beau Geste. Recorrí las aventuras de Sandokan, Sabatini etcétera. Me reí con Luisa María Linares. Llegué a las novelas románticas de Victoria Holt y las de la época de la regencia inglesa en las que las heroínas bellas e indefensas conquistaban a los riquísimos duques perseguidos por todas las mamás de jóvenes casaderas. Entonces sólo los duques me llenaban, no valían ni los condes ni los barones. Po eso Pimpinela Escarlata era uno de mis favoritos.

Me encantaron las novelistas inglesas, Jane Austen, las hermanas Brönte, Daphne du Maurier, Mrs. Gaskell . Me leí los clásicos españoles, franceses e ingleses obligada por mis estudios y debo decir que no disfruté tanto con Tirso de Molina, Cervantes, Molière, Voltaire, Milton o Marlowe.

Bueno, no puedo seguir enumerando mis autores favoritos porque esto parecería una guía de teléfonos. Recuerdo el problema que tenía para conseguir libros, no se publicaban tantos como ahora ni yo tenía dinero para comprarlos, así que me convertí en la pedigüeña de libros en todas las casas de mis amigas. Leí todo lo que había en mi casa, incluso sesudos y aburridos ensayos. Leía una inmensa Enciclopedia de Historia que era de mi padre y hasta ponía en aprietos a mi profe de historia en el colegio. La historia es mi asignatura preferida. Tenía escondidos libros en el armario de las toallas en el cuarto de baño y me pasaba horas leyendo allí, todo el mundo protestaba y aporreaba la puerta.

Una de las ventajas de haber leído mucho es que una puede ir por el mundo diciendo lo que le gusta con la cabeza muy alta, no tienes que ir siguiendo las corrientes marcadas por los gurús que deciden lo que tiene que gustar o no. Puedo decir, sin que se me mueva un pelo, que me gusta Mary Higgins Clark porque me entretiene y consigue que me olvide de todo mientras la leo. Los gurús me miran con condescendencia, yo los miro con pena porque estoy segura de que me divierto más yo con mi pasión turca.