Mediante un alarde de capacidad interpretativa de la historia, Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE -es decir, la «número dos» de Rubalcaba-, ha manifestado que la reforma laboral del Gobierno Rajoy supone volver a los tiempos del franquismo. Vaya por delante que la citada reforma nos parece peligrosísima dada la coyuntura en la que se ha promulgado, ya que viene a ser como un salto al vacío que igual sale bien dentro de un año, pero que hasta entonces habrá inyectado en los convecinos de este país una dosis aún mayor de pesimismo, el cual alcanza ahora con mayor fundamento a su puesto de trabajo -los que lo tengan-, pero también a los que no lo tengan, pues la recuperación económica de este país se espera todavía lejana. Y no es una reforma laboral la que crea trabajo, sino la afluencia del crédito, el consumo interior, la inversión, etcétera; es decir, todo lo que está por hacer.

Pues bien, aun contemplando todo esto, no se puede ir por el mundo político desconociendo la historia de España como lo ha hecho Valenciano. Esta reforma de ahora mismo ha sido el mayor paso dado hasta la fecha en el desmantelamiento del proteccionismo laboral que nació durante el franquismo. Ahora bien, si en la cabeza se tienen dos o tres tópicos carpetovetónicos sobre la historia de España, y unas cuantas ideas simples -al estilo de Zapatero-, se entiende ese uso del adjetivo «franquista». Pero que Valenciano les pregunte a los trabajadores de entonces por sus condiciones laborales y que las comparen con las de sus hijos, sus nietos y sus futuros bisnietos. En fin, que estas cosas son peligrosas de advertir en las proximidades del jueves de Comadres, porque parece un ataque a la célebre cuota justo en el día en el que el feminismo gijonés celebra la entrega de su premio y antipremio. El galardón positivo ha ido a una investigadora del ecofeminismo -prometemos documentarnos-, y el negativo a un político conservador, Galladón, lo cual no deja de ser una vulgaridad.