El patrono Feito advierte a los que admiran los países nórdicos que allí a un parado no le dejan rechazar un puesto de trabajo ni aunque sea en Laponia. De todo lo que ofrecen los países nórdicos, incluidas las novelas criminales, al patrono Feito sólo le interesa lo de Laponia. Les gusta el frío. Tranquilos. No hay un puesto de trabajo que ofrecer en las oficinas de empleo, ni en Laponia ni en Lepe. Lo frecuente es que a los parados se les acabe la prestación sin encontrar trabajo, lo busquen o no.

Un reportaje periodístico reciente llamaba «refugiados del euro» a los españoles que se fueron a trabajar a Noruega y malviven en el acogimiento social. Algunos vieron «Españoles en el mundo» y se fueron a probar suerte en sociedades prósperas donde no tienen ni un idioma común con el que hacerse entender. Se fueron al frío buscando calor. Esa difusión de otros países como paraísos es propia de los tiempos de necesidad. California se llenó en el siglo XIX de los que llegaban con un libro sobre esa tierra de promisión, escrito por un tipo que jamás había estado allí. Fueron a buscar el calor y muchos hallaron el frío, incluso en California.

El frío era un desterrado en España. Fue universal en la posguerra, y las clases pudientes no lograron echarlo de casa hasta los años sesenta. En las décadas que siguieron, los pobres se lo fueron quitando de encima con métodos electrodomésticos, sin recurrir a las hogueras. Ahora vuelve y las aulas del instituto Luis Vives de Valencia no son Laponia, pero están frías porque, con los recortes, no hay para calefacción. Regresa el frío a las aulas y al gritarlo en la calle vuelven los policías que tienen en el estudiante al enemigo, como en los tiempos de la deserción del arado.

Ver y leer esa forma de calentar estudiantes, esa forma de entrar en calor los policías, oír ese lenguaje de cuando había servicio militar, lleva al paladar la sequedad de los recortes de hostias, una rara golosina, ácima y sosa, de cuando «Cuéntame» no era un cuento.