El mismo día en que se conocía el interés de Ana Botella por Natalio Grueso, José María Aznar mostraba su afecto por la candidata popular Mercedes Fernández, a la que definió como «una mujer capaz e inteligente». No se puede decir que el matrimonio Aznar-Botella actúe descoordinadamente sobre la actualidad sociopolítica asturiana. Es más, alguien podrá pensar que el matrimonio Botella-Aznar, invirtamos los factores, actúa especialmente conjuntado sobre los asuntos que preocupan al presidente del Principado.

Seguramente, nadie en este mundo ha sido capaz de embridar a Paco Álvarez-Cascos como el pequeño gran hombre del bigotito. Primero lo mantuvo a su lado y después lo mandó a Fomento, basándose en la teoría del acercamiento y del alejamiento que el propio Cascos le puso en bandeja cuando Aznar le preguntó dónde quería estar sentado, si a la derecha de Dios Padre o en el quinto coño.

Más tarde, de vuelta a la política, el líder de Foro se dedicó a «interpretar los silencios» de Aznar cuando del ex presidente del Gobierno se esperaba que dijese algo sobre él y su deserción. Los silencios del mismo hombre que ahora se muestra lo suficientemente elocuente sobre Cherines, la adversaria política de Cascos en una Asturias zarandeada por las turbulencias del que decía venir a salvarla.

En todo este tiempo Aznar no ha dicho nada, ni bueno ni malo, sobre Cascos, pero, sin embargo, ahora no ha tenido el menor inconveniente en elogiar a su adversaria y calificarla de capaz e inteligente. Precisamente, el día en que por azar o coordinadamente, que cada uno saque las conclusiones que quiera, su esposa Ana Botella calificaba de gran gestor de la cultura al director del Niemeyer, señalado por el Gobierno regional como sospechoso de malversación.

Eso sí, después, Botella se encargó de aclarar que lo de Grueso no iba con Cascos, pero juzguen si, premeditadamente o no, la jugada de los Aznar de pensar al unísono en Asturias es un torpedo en la línea de flotación del candidato de Foro.