La decisión de Mariano Rajoy sobre el déficit español en 2012 confirma en positivo su estilo imprevisible. Cuando parecía el más cumplidor y disciplinado de los socios de la eurozona, anuncia en Bruselas un giro espectacular que desvirtúa el efecto de las palmaditas de espalda prodigadas por los eurócratas. Determinar unilateralmente que el exigido 4,4 por ciento subirá al 5,8 es un gesto que le revaloriza ante los españoles. Y hacerlo antes de cumplir el requisito de entrega de los análisis macroeconómicos y el presupuesto anual revela una autonomía de decisión muy estimulante para quienes llegamos a temer que la señora Merkel mangonea en la Moncloa como inquilina virtual pero inapelable. Rajoy se juega mucho poniendo a Europa ante el «sí o sí» que ha desconcertado a los socios. Aunque la primera reacción de éstos sea reducir el gesto a mera presión política, la autoridad del presidente español resultará muy dañada, dentro y fuera, si en abril le fuerzan a pasar por las horcas caudinas del 4,4 o se lo retocan muy por debajo del porcentaje que él ha marcado. Tan es así que parece pactado previamente en los despachos de los líderes y a espaldas de la curiosidad mediática. Pero en este caso, el mérito también habría sido suyo.

Que resulte suficiente para alcanzar en 2013 el 3% redentor es otro asunto. El camino emprendido como firmante del escrito de «los doce» que exige crecimiento en paralelo con la austeridad ya ilustró la independencia de criterio y alivió una cesión de soberanía que sobrepasaba lo tolerable. Sin merma de las indispensables políticas comunes, cada Estado necesita resolver en casa los grandes problemas internos, y el mayor de los españoles no es la deuda pública -una de las más bajas de Europa-, sino el desempleo, cuyo escandaloso rebote en febrero se dio a conocer el mismo día que Rajoy anunciaba la ampliación del déficit para este año. Un desempleo que se ceba especialmente en los jóvenes y ha sido telón de fondo de las manifestaciones de los indignados y de los estudiantes de Valencia y Barcelona. El 5,8% no es la panacea, pero si hay algo que lo justifique será el cambio de tendencia en la tasa de paro. Se supone que ahí está el móvil de Rajoy, justo en el momento en que la contestación interior, a la que se sumarán los resultados de la bien preparada huelga general del próximo día 29, presagia el principio de un proceso desestabilizador.

Aparentemente sorprendidos, los eurócratas auguran una reacción adversa de los mercados. Pues bien: por la cuenta que les trae, ya pueden prevenir el respaldo pertinente a la estabilidad española. Rajoy ha hecho lo que debía.