Rajoy, en un acierto literario sorprendente, se ha referido al partido de Cascos como «una colección de señores». La diferencia entre un partido político y Foro Asturias, ha venido a decir, es la cohesión entre sus miembros. Esto se entiende muy bien al hablar de fútbol. El Real Madrid de hace un par de años, por ejemplo, era una colección de estrellas, pero no un equipo. En el Barcelona, en cambio, las estrellas eran capaces de desindividualizarse para ponerse al servicio del grupo. Esta tensión entre el individuo y la comunidad, tan antigua como el hombre, evoca la dicotomía libertad individual/funcionamiento social. No siempre, a lo largo de la historia, hemos sido capaces de compatibilizar ambas cosas.

Ahora se habla mucho de la «cohesión social» al modo en que uno habla mucho del estómago cuando tiene ardor. Quiere decirse que la cohesión social está en peligro, o que nos duele, como ustedes prefieran. Una sociedad cohesionada socialmente es algo más que una colección de contribuyentes, del mismo modo que una novela es algo más que un conjunto de capítulos. Si no hay un hilo conductor que recorra esos capítulos para someterlos a unidad, en vez de encontrarnos frente a un relato nos encontraremos frente a una serie de fragmentos que aisladamente considerados podrán estar muy bien, pero que globalmente serán un fracaso. De la situación económica actual, muchos (especialmente los especuladores) saldrán mejor de lo que han entrado, el problema es cómo salimos como sociedad, como grupo, como comunidad, como el relato colectivo que somos o aspiramos a ser.

Y aquí es donde cobra valor la expresión «salir juntos». Para salir juntos es preciso encontrar un equilibrio entre las pulsiones individuales y las necesidades colectivas, pero también entre las diversas instituciones o piezas que forman el puzle social. La satanización de los sindicatos, que mejor o peor representan el mundo del trabajador por cuenta ajena, no es el ejercicio más recomendable para fortalecer la cohesión social. Vale para perpetrar una reforma laboral salvaje, pero no ayuda a que dejemos de ser una colección de señores o de instituciones. Rajoy debería escuchar sus aciertos literarios.