El ambiente electoral en Asturias, a días del comienzo oficial de la campaña, registra por el momento escasa actividad. Los partidos han presentado sus candidaturas remozadas, han recibido el respaldo de sus líderes nacionales y han lanzado los primeros desafíos a sus adversarios a través de mensajes ya conocidos. La principal novedad al respecto es la actitud del PP hacia Foro. Los resultados obtenidos en las pasadas elecciones generales, tanto en Asturias como en España, parecen haberle animado a competir abiertamente con el partido de Álvarez-Cascos por el voto de centro-derecha, de igual modo que hizo Foro en las dos elecciones celebradas en 2011. El resultado de la disputa entre ambos será decisivo, de una u otra manera, para la formación del próximo Gobierno regional. No obstante, estos días los dirigentes políticos hacen más reuniones puertas adentro que encuentros en los espacios públicos, mientras los asturianos se mantienen a la expectativa, sin ocultar cierta desgana. En la opinión pública se percibe muy rebajada la excitación de otras veces, característica de las citas electorales.

Ello puede ser debido a varias razones. La primera es que se trata de la repetición de unas elecciones celebradas hace apenas un año. El pronunciamiento de los electores en aquella ocasión no ha sido respetado, en primer lugar, por Foro, que, incapaz de llegar a un acuerdo, ha decidido convocarlos de nuevo a las urnas. Los partidos no ofrecen ninguna seguridad de que después de la votación no volverá a darse la misma situación de ingobernabilidad y los ciudadanos desconfían. Sienten que Asturias ha perdido un año y que los dirigentes políticos podrían echar a perder el resto de la legislatura, cuando la situación económica, que pasa por el momento más crítico en el transcurso de la crisis, reclama toda la atención y la máxima responsabilidad colectiva. Es comprensible, por tanto, que para los asturianos el proceso electoral sea vivido como un fastidio que habrá que superar con resignación.

Por otro lado, la crisis ha devaluado la democracia y los procedimientos electorales. La economía es la prioridad absoluta. Las grandes decisiones se adoptan sin debate previo. Los gobiernos actúan constreñidos por las restricciones que impone el núcleo dirigente de la Unión Europea. Los programas de los partidos votados por los electores no cuentan. Los ejecutivos tecnocráticos de Italia y Grecia son la expresión más puntiaguda de la realidad política de las democracias europeas. No han sido elegidos por los ciudadanos, pero éstos se conforman con tal de que garanticen su libertad, unos recursos mínimos para vivir cada día y superen la crisis económica. Los ciudadanos se preguntan de qué sirve votar si luego los gobiernos deben actuar obligados por las circunstancias y obedientes a otro mandato que no es el suyo. En último término, puede asaltarles la duda sobre el sentido y la utilidad del juego electoral.

En los años que restan de la legislatura iniciada en mayo pasado, las comunidades autónomas tendrán que realizar un gran sacrificio para cumplir con los compromisos de déficit público que nuestro país asumirá en los próximos meses ante sus socios europeos, según una línea política ya trazada, casi sin margen para hacer correcciones. Los asturianos pueden pensar que, así las cosas, su voto no tendrá incidencia en la realidad de la región, que será estéril. No hace falta demostrar que se equivocarían. Ahora bien, los partidos son los encargados de proporcionar los motivos para que los votantes voten conscientes y responsables de lo que hacen. Se me ocurren tres de inmediato: que presenten un diagnóstico realista de la situación de Asturias, que expliciten su abanico de opciones para formar gobierno y que se comprometan a celebrar al menos un debate público entre los candidatos a la Presidencia de Asturias durante la campaña electoral.

Éstos y otros motivos son los que los electores necesitan para entrar en la campaña electoral con interés y confiados en haber aprendido de la experiencia del último año. Si la campaña va a consistir en buscar el daño del adversario y descargar la responsabilidad propia, cualquier cosa puede ocurrir. Lo que hemos de tener claro es que el 25 de marzo aún podemos perder todos.