El presidente Rajoy parece haberle comunicado a la Comisión Europea que las apreturas de cinturón en España tienen un límite y que no puede cumplir el objetivo de déficit para este año, simplemente, porque supondría desmantelar buena parte del país. Esto ya se percibe abiertamente por las calles, con esa impresión de que esto se va deteniendo lentamente y no sabemos dónde va a parar. Menos gente en la hostelería y en los comercios (descontados ya los que han ido cerrando en los últimos años), más carteles de venta y alquiler de vivienda, menos tráfico rodado, más comentarios pesimistas en los peatones, etcétera. Esto se nos para y, al menos, Rajoy parece haberse dado cuenta. Rubalcaba lo ha celebrado, aferrado a su tesis, que es la del progresismo económico, de que si no se combina el recorte con algún estímulo lo que hacemos es rematar lo moribundo y no reanimarlo. Pero en esta rectificación de Rajoy hay algo que nos inquieta, pues hasta este mismo momento defendía con todo entusiasmo el cumplimiento del objetivo de déficit marcado por la CE. Así que de fundamentalista ha pasado a relativista, lo que nos conduce a pensar que sus certezas sobre cómo guiar económicamente la nación se limitan al cincuenta por ciento. Es decir, sabe más o menos la mitad de lo que hay que hacer y el resto queda fiado al azar (y no mucho más sabrán otros). Ahora bien, lo que parece seguro, y Rajoy se lo ha prometido a la CE (tal vez a cambio de lo otro), es que este año el recorte les tocará a las autonomías. Por tanto, si no hay otra rectificación posterior, nos espera en Asturias un tiempo duro y, sin embargo, pese a estar casi en campaña electoral, todavía no conocemos ni una línea de los programas de los partidos ante una situación tan delicada, y, en cambio, nos hartan con «Gürtel», «Marea» o el 11-M.