La OEA es el organismo regional más antiguo del mundo. Su origen se remonta a la Primera Conferencia Internacional Panamericana, celebrada en Washington D.C., de octubre de 1889 a abril de 1890. En dicha reunión se acordó crear una «Unión Internacional de Repúblicas Iberoamericanas» y se empezó a tejer una red de disposiciones e instituciones que llegaría a conocerse como «sistema interamericano», el más antiguo sistema institucional internacional.

En 1910 se convertiría en Unión Panamericana y en 1948 adquiriría su actual denominación, Organización de Estados Americanos, después de una reunión en Bogotá en la que los países miembros suscribieron la «Carta de la OEA». Recordemos que en 1945 había nacido la ONU y se había firmado la Carta de San Francisco. De hecho, la OEA es una especie de Naciones Unidas de las Américas.

Estamos pues ante el principal foro multilateral del continente americano. Sus grandes objetivos y líneas de actuación son la conservación y fortalecimiento de la democracia, la defensa y promoción de los derechos humanos, la preservación de la paz y la seguridad en todo el hemisferio y el desarrollo integral de todos los países miembros. Ha sido especialmente útil como actor de cooperación y como mediador en la resolución de conflictos y en la gestión de crisis regionales. Hoy en día, pese a las críticas y a los problemas existentes, la OEA ha conseguido preservar su capacidad de acción a la hora de gestionar numerosas crisis hemisféricas. Sirvan de ejemplo en los últimos años la disputa entre Ecuador y Colombia en 2008/2009 a raíz del ataque al campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, la crisis institucional en Bolivia en 2009, la mediación entre Costa Rica y Nicaragua en su enfrentamiento por la soberanía de una zona del delta del río San Juan y la crisis de Honduras tras el golpe de junio de 2009. Además, la OEA ha contribuido decisivamente al avance y consolidación de la democracia y a un mayor respeto de los derechos y libertades fundamentales en la región.

Son miembros de la Organización los 35 estados independientes de las Américas, es decir, Estados Unidos y Canadá, los países de América Latina y del Caribe. Además, tienen estatus de observador permanente 67 estados y la Unión Europea. De esos 68 hay 3 -España, Francia e Italia- que cuentan con embajador residente acreditado exclusivamente ante la OEA, siendo nuestro país el primero en conseguir el estatus de observador, el primero de los observadores en abrir Embajada permanente y el que -con mucha diferencia de los demás- mayor presencia y protagonismo tiene en la vida cotidiana de la Organización. El embajador ante la OEA está también acreditado ante la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

El actual secretario general de la OEA es el chileno José Miguel Insulza, elegido en 2005 y reelegido para un segundo mandato en 2010. La Secretaría General es el órgano central y permanente de la OEA y gestiona el día a día de la Organización, cuya sede está en Washington en el histórico edificio de la vieja Unión Panamericana. Entre sus órganos principales destacan la Asamblea General que se reúne una vez al año, el Consejo Permanente y varios comités de especial importancia, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Comité Jurídico Interamericano y la Junta Interamericana de Defensa.

España colabora con la OEA desde los años sesenta y ha sido el primer país extraterritorial en institucionalizar esa colaboración, adquiriendo en 1972 el estatus de observador y nombrando ese mismo año al primer representante con carácter permanente. La contribución de España -importante desde el primer momento- se incrementó notablemente a partir de 1998 tras la firma de un acuerdo con la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y aún más en 2006, con la creación del Fondo Español para la OEA que ha hecho de España el primer contribuyente extrarregional y el quinto global, después de EE UU, Canadá, Brasil y México. De 2006 a hoy hemos aportado 36 millones de euros, es decir, una media de 5 millones de euros al año. Es verdad que los necesarios recortes actuales llevarán a una reducción en nuestra aportación, pero no debemos olvidar que pocas contribuciones a organizaciones internacionales tienen un nivel de retorno y de visibilidad tan relevante como ésta.