Los socialistas madrileños se han preguntado si el fichaje de Natalio Grueso por Ana Botella responde al interés de la Alcaldesa por implantar en Madrid un modelo cultural de «grandes eventos». Podría aclarárselo el compañero Vicente Álvarez Areces, que tanto respaldó la figura del ex director de la Fundación del Niemeyer y avaló su controvertida gestión a cargo del contribuyente.

Al mismo tiempo, Tini, ya dispuesto a aportar munición, podría advertirlos también a sus conmilitones de que los «grandes eventos» salen por un pico y que si él tiro de ellos a costa del erario fue para promocionarse políticamente. No porque una exposición fotográfica de Jessica Lange y la denuncia sobre el tráfico de personas de Mira Sorvino mereciesen realmente ser consideradas manifestaciones culturales.

La reacción socialista ante el fichaje de Botella define perfectamente la esquizofrenia de nuestros políticos: cómo en un lugar lo que unos apoyan es criticado por sus adversarios, mientras que en otro la postura ante un mismo asunto se produce a la inversa con los mismos protagonistas por razones, quiero entender, de partidismo sectario. Los socialistas en Asturias defendieron el llamado turismo cultural que les proporcionaba Grueso a golpe de talonario y en Madrid los socialistas madrileños están dispuestos, sin embargo, a pegarle el primer mordisco en la yugular a la Botella por ese tipo de política. En resumidas cuentas y por ponerse algo cursi, coherencia cero.

Se sabe, además, que con los «grandes eventos» Natalio Grueso dio la vuelta al mundo a costa del erario en un «viaje con nosotros» sin precedentes en esta región. Entre 2007 y 2008, Grueso viajó ocho veces a Londres y otras seis a Nueva York, todas ellas seguramente justificadas, sin contar las veces que estuvo en Hong Kong, Japón, Tánger, Sidney, Tailandia, Sudáfrica, El Cairo, Jordania, etcétera. Por mucha que sea la gestión de Grueso y su agenda, hay cosas que inducen a pensar que el turismo consentido por Areces y pagado por los asturianos no siempre fue cultural.