No podía acabar de dar crédito a lo que estaba viendo: un árbitro aplicando el reglamento a favor del Sporting de la forma en la que habitualmente se lo aplican en contra y, además, ¡frente al Barcelona! Debe de ser cierto que el villarato se desmorona, pensé. Contraataque de Miguel de las Cuevas, forcejeo con Piqué y, en vez de resolver el asunto como de costumbre pitando falta del delantero sportinguista, aderezada las más de las veces con una tarjeta por protestar, va Velasco Carballo, señala falta de Piqué y ¡le expulsa! El mozu de Shakira se quedó tan estupefacto como el público del Camp Nou y se notaba que sobre el césped blaugrana sobrevolaba una indignada pregunta implícita: ¿pero, árbitro, no te das cuenta de que estás pitando al revés, hombre de Dios, a quién se le ocurre, que el Sporting son ellos, nosotros somos el Barça, ya sabes, «més que un club», jugamos en casa, con el Madrid a diez puntos y tal, de qué coño vas?

A Javi Clemente le sobró tiempo para oler la sangre y sacar a Barral para que tirara la falta. Al gaditano se le cruzó el cable y pretendió resolver de toque en lugar de propinar un zurriagazo como el de Santander, pero se reivindicó después con un gol de delantero nato tras una jugada por la banda en la que Mendy se encargó de explicarles, a los que todavía se empeñen en no entenderlo, por qué el Javi de Baracaldo es otra historia.

Luego fuimos a por el partido y hasta lo podríamos haber ganado si en una jugada por la banda izquierda alguien hubiera visto que Mendy estaba solo dentro del área. Pero no pudo ser. Apareció ese jugador sencillamente incalificable que es Seydou Keita y, en alianza con la Moreneta, le colocó el balón a Juan Pablo en la escuadra derecha. Y, para más inri, poniendo el punto final, llegó la combinación entre Iniesta y Xavi para recordar, por si alguien lo había olvidado, a quién se debe que el Barça haya sido durante los últimos años el mejor equipo del mundo.

Después de tres partidos de Clemente en el banquillo, resultados al margen, lo que está claro es que con él este equipo sabe competir. Hubo ocasión de ganar los tres, aunque uno se perdiera y los otros dos se empataran. Es una lástima que no disponga de más tiempo porque no me cabe duda de que, con esta dinámica, no ya en 38, sino en 23 o 24 partidos nos salvábamos seguro. Habrá que seguir peleando, y no deja de ser un gusto, para quienes tuvimos el privilegio de ver al Sporting entrenado por Vicente Miera, tener en el banquillo rojiblanco a un entrenador que, con sus defectos y sus virtudes, conoce sobradamente su oficio y que, si bien podrá acertar o equivocarse, nunca osará intentar convencernos de que jugar al debalu es una variante táctica.