El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se celebra hoy en España con 2.358.834 mujeres en el paro, de las que 50.137 son asturianas y de ellas 14.941 viven en Gijón. Detrás de cada cifra se esconde un drama, una historia con rostro femenino que tiene familia, hipoteca, aspiraciones y sueños que se desvanecen.

La nefasta herencia que arrastramos tras demasiados años de gobiernos socialistas en las tres administraciones -nacional, autonómica y local- nos coloca en una compleja situación de la que sólo podemos salir con el esfuerzo de todos.

El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, ya ha apuntado que tras el gran objetivo de crear empleo, la segunda meta en la que debemos centrarnos desde los ayuntamientos, las comunidades autónomas y el Gobierno de la Nación es la de lograr el acceso a un puesto de trabajo en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres. Ni España ni las empresas pueden desperdiciar el talento de tantas mujeres que han visto sus carreras truncadas, y cercenadas sus posibilidades de mejorar dentro de su trabajo.

La mayor carga de las dificultades de conciliación en el ámbito laboral y familiar sigue recayendo en la mujer, y son muchas las que se ven obligadas a renunciar a proyectos personales y laborales por atender las obligaciones familiares.

Las mujeres han hecho un gran esfuerzo de formación que se está viendo reflejado en su empleabilidad, pero la tasa de empleo femenino está cada vez más lejos de alcanzar los objetivos de la Unión Europea, y persiste, sobre todo, la brecha salarial. Las mujeres cobran en Asturias un 23% menos que los hombres, una diferencia que alcanza el 29,6% si tienen contrato indefinido y hasta el 45,3% en el caso de las ocupaciones menos cualificadas. En el Partido Popular estamos trabajando para generar empleo y combatir la discriminación laboral. Además de poner en marcha una necesaria reforma laboral que garantice el bienestar social recortado por el anterior Ejecutivo y las improvisadas y erráticas medidas de Zapatero, nuestras propuestas son claras y numerosas. Recordaremos, por citar algunas, el apoyo a las iniciativas empresariales de la mujer; la promoción de programas que impulsen su incorporación en las profesiones en las que se encuentra infrarrepresentada; el impulso a los planes para erradicar la discriminación laboral, el acoso laboral y las desigualdades salariales; perseguir situaciones de «mobbing» maternal; establecer deducciones fiscales para facilitar el empleo estable de la mujer embarazada o fomentar el movimiento asociativo de mujeres.

Tenemos ante todos un gran reto y una gran oportunidad para cambiar el panorama laboral generando soluciones que contribuyan al fin de la precariedad laboral de la mujer. Sólo así, plenamente comprometidos con esta determinación, lograremos vivir en una sociedad plural, respetuosa e igualitaria.