El llenazo que registró el teatro Jovellanos días pasados con motivo de la representación de la ópera «La Bohème», de Puccini, es la penúltima muestra del arraigo que tiene en Gijón la mejor cultura como puede ser calificada la obra. La imagen del Gijón que vive de espaldas a la cultura es un estereotipo del pasado, alimentado sin duda por intereses escasamente claros, quizás interesados en dar una imagen de una ciudad escasamente cuidadosa con los acontecimientos culturales.

El éxito de la citada ópera, que se produce en los peores días de la actual crisis económica, tiene que ser la base para un sensato debate que sitúe al hecho cultural gijonés frente a los inevitables recortes a los que obliga la actual situación. Los tiempos de la cultura subvencionada han pasado a la historia. La cultura es muchas veces, las más de las veces, cara y costosa por lo que quienes la disfrutan han de hacer frente a los inevitables gastos que conlleva. La representación operística de esta semana no ha costado, que se sepa, dinero a las arcas municipales, pero ha producido, sin duda, placer a muchos de los espectadores que acudieron al gran teatro gijonés, símbolo de los mejores espectáculos que desde hace muchas décadas han pasado por Gijón.

La polémica sobre los costes y la deuda consiguiente del Jovellanos parece haber quedado atrás, afortunadamente. Los espectáculos corren ahora a cargo de organizadores privados que alquilan el coliseo del paseo de Begoña y afrontan los riesgos que conlleva cualquier organización. Los riesgos o los beneficios, que de todo tiene que haber en el mundo cultural.

No cabe duda de que entre los centenares de espectadores que acudieron a la representación citada habrá habido bastantes llegados desde otros puntos de Asturias. La facilidad en las comunicaciones facilita la llegada de espectadores de otras ciudades y villas de la región, como facilita que los gijoneses puedan desplazarse a otros escenarios. La cultura, por propia definición, es universal, alejada de localismos baratos, como la ven y la disfrutan los asturianos que se benefician de la oferta existente. Está claro, pues, que la apuesta de Gijón por la cultura es ejemplar incluso en tiempos tan difíciles económicamente como los actuales. La ciudad dispone de dos escenarios de primer orden para la organización de espectáculos y acontecimientos culturales: el teatro Jovellanos y el teatro de La Laboral. Dos sedes envidiables a los que la iniciativa privada ha de sacar fruto. Y la iniciativa pública, por qué no, sin que vuelva la lluvia de subvenciones tan criticables en tantos casos. Porque la iniciativa pública ha de estar capacitada para ofrecer cultura sin que el erario público tenga que hacer frente a pérdidas. Los ejemplos de actividades culturales rentables son más abundantes de lo que parece en el panorama de nuestro país.

El éxito de «La Bohème» es, sin duda alguna, un aldabonazo que pone en el sitio que se merece el interés gijonés por la cultura. Quienes han tenido dudas deben de rechazarlas. Gijón, y Asturias en general, responde a las llamadas culturales que merecen la pena. Y en esta apuesta ha de mantenerse la iniciativa privada que está apareciendo en la programación y no le debe de dar la espaldas la iniciativa pública, en concreto la municipal, que dio la imagen hace meses de rechazarla.

La grave crisis económica no se va a solucionar a base de una buena programación operística, musical o teatral, pero la sociedad será más rica si puede seguir asistiendo a espectáculos de primer orden. La tradición cultural gijonesa no sólo ha de mantenerse, sino que ha de incrementarse pese a las lógicas dificultades actuales. Pero el cultural es un mundo para valientes que son capaces de romper moldes para enriquecer a sus semejantes.