Huelga decir que la convocatoria de huelga general para mañana, jueves -y su calentamiento de motores durante las últimas semanas-, alentó el voto de izquierdas en Andalucía o en la pequeña parte que también nos tocaba en Asturias. Y si no lo impulsó de un modo definitivo, sí llevó a muchos votantes de la amura de babor a no quedarse en casa o a no permanecer tomando el sol en las terrazas.

Ya hemos dicho que la reforma laboral del Gobierno Rajoy posee dimensiones colosales, desmesuradas, y que, en definitiva, reduce al trabajador a un nivel de desigualdad, de sometimiento o de inseguridad nunca conocidos hasta el presente en España. El manido argumento de que la reforma nos equipara con la Europa más competitiva tiene el mismo valor que de costumbre: ni en salarios, ni en protección social, ni en potencia tecnológica e industrial, ni etcétera, tiene la piel de toro la misma solidez que la parte más avanzada del continente. Y a mayores: con la economía desplomada en sectores como la construcción o el consumo interno, lo que le resta a España durante unos trimestres es francamente desalentador. Una reforma laboral de estas características -si se diera el caso-, por ejemplo, en Alemania, probablemente lanzaría hacia adelante a los teutones; pero en España, y ojalá nos equivoquemos, probablemente prolongará la agonía (téngase además en cuenta que la proverbial y entrañable picaresca española abarca a todos los sectores, incluidos los empresariales).

Total, que las razones para la huelga general son abultadas, y eso es precisamente lo que se respira en el sondeo de las aceras, pero la precipitación de su convocatoria por parte de los sindicatos y sus cartas marcadas al promoverla junto a unas convocatorias electorales nos hacen dudar de la rectitud de sus intenciones. En consecuencia, y con profundo respeto y simpatía hacia la multitud que acudirá a la huelga, aquí preferimos otorgar un poco más de margen al Gobierno, al tiempo que reafirmamos ese casi ingenuo deseo de que el Ejecutivo de Rajoy y los agentes sociales concierten ulteriormente un riguroso pacto de Estado.