Este año, Cuba, tan unida a nosotros por la emigración de comienzos del siglo XX -mi padre entre ellos, que marchó con 14 años-, celebrará de nuevo, después de más de cincuenta años de revolución castrista, este viernes como «día feriado» en conmemoración del Viernes Santo en que murió en la cruz Jesús de Nazaret, del que el centurión romano, estremecido ante lo que veía, exclamó: «Verdaderamente, éste era Hijo de Dios». Ha sido el agradecimiento del Gobierno de la isla a la visita del Papa Benedicto en estos últimos días de marzo. El periódico oficial «Gramma» dice que es de forma excepcional y solamente por este año. Lo mismo sucedió en la visita que hace catorce años hizo a esa república caribeña Juan Pablo II. Al finalizarla, el comandante Fidel le prometió que la Navidad siguiente, el día 25 de diciembre, en que la Iglesia y gran parte del mundo celebra el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, sería excepcionalmente fiesta laboral. Y lo sigue siendo hasta hoy, aunque lo sea excepcionalmente. Me gustaría saber cómo les explicarán a las nuevas generaciones, educadas en un secano ateísmo marxista, las razones para justificar ese día como festivo y qué les dicen de la muerte de Jesús, el Crucificado. Lo digo por una anécdota que me sucedió a mí en aquel viaje de Juan Pablo II, en enero de 1998, acompañando a nuestro arzobispo emérito don Gabino. Tengo familiares cercanos en la isla. Me visitaron en el hotel donde nos hospedaron, por cierto, magnífico. Entre los familiares vinieron unos jóvenes que pronto iban a contraer matrimonio civil, naturalmente. En la conversación pude constatar la ignorancia total de todo lo religioso y, particularmente, lo cristiano. Mostraron una gran curiosidad al presentarme como sacerdote. Fueron muchas las preguntas que hicieron. Pero, como intervino uno de mis parientes, ni era el momento ni el lugar adecuado para aquella conversación. Este año, hasta la celebración religiosa de este día, que presidirá el cardenal Ortega en la catedral de La Habana, será retransmitida por TV a toda la isla. Insólito. ¿Serán verdad los rumores de la conversión del viejo Fidel?

Mientras unos vuelven, otros están muy tentados a caer en la misma equivocación. La batalla de los crucifijos y signos religiosos en las instituciones públicas que hemos padecido debe alertarnos. El crucifijo, una vez más, como otras en la historia reciente, es un signo de libertad y amor. El que lea otra cosa lo tergiversa. En la vida hay que tener referencias. No se inventa la historia cada día. Hay quien piensa que lo mejor es erradicar todas las religiones. ¿Es posible? La historia vivida hasta ahora demuestra que el hombre es religioso en su esencia. Como dijo un gran pensador de nuestro reciente pasado al reflexionar sobre el fenómeno del ateísmo marxista: «No es verdad que el hombre? no pueda organizar la tierra sin Dios. Lo cierto es que sin Dios no puede, a fin de cuentas, más que organizarla contra el hombre?» Es preferible un Dios que sobrecogedoramente se hace hombre, que unos hombres que se crean Dios. El primero se abaja, los segundos se encumbran.

Hoy conmemoramos los cristianos el proceso y la ejecución político-religiosa -para los judíos quería destruir el templo, para los romanos se presentaba como el rey de los judíos- de Jesús de Nazaret. En el pretorio, cuartel general del gobernador romano, tuvo con Poncio Pilato una conversación donde trataron una de las cuestiones más vitales de siempre, de antes y de ahora. Al preguntarle el sicario romano si era rey, Jesús con aplomo le contestó: «Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Y Pilato hizo la gran pregunta de todos los tiempos, la que lleva todo hombre en el fondo de su ser: «Y ¿qué es la verdad?». Parece mentira que de la boca de uno de los mayores criminales de aquel tiempo, según Flavio Josefo y Filón de Alejandría, aunque ahora sorprendido ante aquel Jesús, saliera esa pregunta tan difícil de contestar y que tiene tanta trascendencia para la convivencia, las leyes y los derechos humanos. Aunque no sea más que por conmemorar este día y el proceso que sufrió Jesús, podemos también preguntarnos nosotros: ¿Qué es la verdad?

Es el tema principal de la mayor parte de las intervenciones públicas en foros académicos, culturales, sociales y políticos del Papa actual, Benedicto XVI. Esa pregunta que planteó con escepticismo Pilato es la cuestión que se plantea también la doctrina moderna del Estado: ¿Es la verdad una categoría política? o ¿la verdad es una dimensión inaccesible y la paz y la justicia sólo se pueden imponer por el poder? ¿Qué ocurre si la verdad no cuenta nada? ¿Qué justicia será entonces posible? Son éstas las preguntas que se hace J. Ratzinger y que merece la pena cuestionarse en este momento intrincado de la historia. Porque, ¿no es cierto que las grandes dictaduras han vivido a causa de la mentira ideológica y que sólo la verdad ha podido llevar a la liberación? Éste fue el tema de su homilía en la plaza de la Revolución de La Habana. Dicen que en el encuentro que tuvo después con el barbudo Fidel, éste estuvo interesado por la relación de la razón y la fe.

Para nosotros la verdad está amasada de amor y libertad y hoy está colgada en la Cruz. «La verdad nos hará libres», dice el evangelio. Hoy, día de Viernes Santo, es más evidente que nunca.