Les choca cuando hablo de «Las Españas» en plural para caracterizar nuestra Edad Moderna (siglos XVI y XVII), explicando que el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, no implicó ya un presente de unión nacional, sino el camino futuro de un proyecto común -como diría el liberal Ortega-, puesto que cada reino mantuvo sus propias fronteras, leyes, instituciones?, lo cual, además de una realidad histórica, es una expresión geográfica; los límites entre Portugal, Castilla y Aragón están condicionados por las «Penillanuras del Oeste» y por el Sistema Ibérico, respectivamente.

Nuestra transición democrática, deseosa de superar los errores de la II República, la Guerra Civil y la dictadura franquista, optó por la reconciliación consensuada y estable entre la gran mayoría de partidos, con poca tradición y de hecho castas territoriales, bajo la fórmula del «café para todos» (autonomía para todas las regiones, llamadas comunidades), aunque con distintas fases de cesión de competencias, que en la práctica han terminado equiparándose a un Estado federal, con algunas duplicidades y excesos. Si bien es una caricatura decir que en España hay un exceso de funcionarios, cuando tenemos cincuenta provincias, y Francia, con una extensión similar, cien departamentos.

Así pues, la realidad ibérica, y a su vez también la española, es plural, y la vuelta al centralismo educativo sería un retroceso al franquismo autoritario. Ello no significa que no deba racionalizarse el caro lío autonómico desarrollado estos 35 años por el bipartidismo, que ha competido «a progre» con los nacionalismos centrífugos, mediante una tarjeta sanitaria común en el ámbito de la salud y mediante un estatuto docente nacional en el ámbito educativo que garantice de verdad la igualdad de derechos para todos los docentes en todas las regiones españolas y permita estudiar en español en ellas.

Parece que los mercados no se han terminado de creer las cuentas de los Presupuestos draconianos para 2012 presentadas por el Gobierno del PP de Rajoy ni el control del déficit autonómico. Más bien deberíamos hablar de inversores o prestamistas. Desde luego, algunos de sus apartados son llamativos. Como cuando cuentan una disminución del gasto en desempleo, al mismo tiempo que prevén un aumento de 600.000 parados. O que plantean un aumento de la recaudación por IRPF con un número menor de contribuyentes, algo así como la cuadratura del círculo.

Otra de las cuestiones polémicas de estos días es el anuncio de disminuir otros 10.000 millones de euros adicionales el déficit público en las partidas de sanidad y educación, si bien luego se matiza son competencia de las comunidades autónomas, por cierto el PP no gobierna las dos más pobladas, Cataluña, la que tiene mayor deuda pública bruta, superior ya a los 40.000 millones de euros, ni Andalucía, con más de un 30% de paro.

Ni parece probable que en Cataluña acepten que la enseñanza catalana se gestione desde Madrid y no desde Barcelona, ni la educación asturiana tiene por qué gestionarse mejor desde Madrid que desde Oviedo. «Gürtel» o Riopedre. La virtud está en el término medio, en la descentralización eficaz.