Estamos como hace cuatro años: Esperanza Aguirre marcando el camino que hay que seguir y Mariano Rajoy negando, con Alberto Ruiz-Gallardón como mano derecha -ahora derecha, entonces izquierda: tiene más posibilidades que un pulpo-, ayudando al que más puede, claro. Cuatro años ganando la fuerza y no la razón, por eso el PP se ha encontrado con lo que ahora tiene a cuestas. Limitarse a heredar da estos problemas. Frente a la proactiva Aguirre, el reactivo Rajoy. Mal asunto cuando no está al frente el mejor. Y más problemático aún si después de cuatro años, después de decir aquello de liberales y conservadores fuera del PP, sigue en sus trece contra toda evidencia.

Aguirre quiere que Justicia, Sanidad y Educación regresen a la Administración del Estado propiamente dicha, porque a fin de cuentas del Estado son todas las administraciones públicas.

Es una forma de recortar gastos. No es evidente que el Estado sea más prudente con los presupuestos que las comunidades. No, lo que ocurre -de ocurrir- es que en el traspaso se recortaría todo lo posible y necesario, que es muchísimo. Yo soy partidario de ir mucho más allá, de liquidar el Estado del bienestar, que nos quita cien y nos devuelve treinta, pero el peso de la ideología dominante, que es socialista sí o sí -como dijo Hayek, hay socialistas en todos los partidos-, y de la formidable propaganda extendida durante décadas hace imposible dar ese paso. Las víctimas del Estado del bienestar -la inmensa mayoría de los ciudadanos- se creen favorecidas, así que explicar lo evidente, desentrañar un enredo tan descarado y darle la vuelta al asunto es sencillamente imposible.

Si no se puede todo, al menos parte. Pero ahí está Rajoy, que ni quiere ni puede enfrentarse con las comunidades autónomas, sobre todo País Vascos, Cataluña y Andalucía. Conclusión: volverán las oscuras primas de riesgo de tu balcón sus nidos a colgar. Extraña primavera.