Según una entrevista recién publicada por este periódico, Javier Fernández -en trance de convertirse o no en próximo presidente del Principado por el PSOE- estaba leyendo una historia del cristianismo de mil páginas y a la altura de la doscientas irrumpió Francisco Álvarez-Cascos y anticipó/convocó las elecciones autonómicas que recientemente hemos padecido en Asturias.

De modo que Fernández apartó el libro de su mesa de lectura y se puso a preparar la campaña. ¿Qué libro era en particular? Podría tratarse de la «Historia del cristianismo», de Paul Johnson, que siendo gruesa y sesuda no alcanza, sin embargo, las 1.300 páginas y la brillantez, casi genialidad, de «La historia de la cristiandad», de Diarmaid MacCulloch, que además es de reciente traducción al castellano.

Pues, bien, si la que leía Fernández era la de MacCulloch, el líder socialista tendría que darle las gracias, a su pesar, a Álvarez-Cascos, pues algo de tinta se está vertiendo acerca de supuestos errores de traducción que según algún entendido en la materia desvirtúan pasajes perfectamente definidos en el original inglés. Es posible incluso que se lleve a cabo una reedición con las oportunas correcciones.

Por otra parte, y en tal supuesto, Javier Fernández, uno de los políticos más cultos de este lugar, se libraría de que en su cabeza entrasen ideas trastocadas acerca de la cristiandad, algo que a un hombre de izquierdas siempre le conviene más que lo contrario.

Sería semejante al suceso hipotético de alguien que estuviera leyendo los célebres capítulos 15 y 16 de la «Decadencia y caída del Imperio Romano», en los que Gibbon, con gran elegancia y exquisitez, formula cómo la grandeza del cristianismo comenzó a horadar la marcialiadad y exuberancia romana que devino en el derrumbamiento de marras. Entonces, llega alguien y con la excusa de convocar unos comicios interrumpe la que, pese a todo, es una de las lecturas más placenteras de todos los tiempos.