Digamos que se tiende a la exageración. Pero les aseguro que, a pesar del barniz hiperbólico, marca de la casa, lo que les voy a relatar, por desgracia, es tan auténtico como la estupidez misma. Cuando hace años desembarcó en nuestras vidas el aluvión informático, vimos el cielo abierto, pero no las nubes de tormenta que vendrían a continuación. Y en éstas andamos. Para muestra, este botón.

Entra en la consulta el paciente y se sienta. Yo no lo veo. Un monitor de pantalla plana nos separa al nivel de nuestras caras. Eso sí, veo la flecha corretear por el monitor a órdenes de ratón. La flechita viaja hasta la lista de citados y cliqueo sobre su nombre, chas, y las letras en azulín, muy lindo efecto. De inmediato -son diez minutos por enfermo- dirijo el puntero al icono de la barra superior, una mueca afirmativa en verde sobre una cuartilla. Otro clic. Ya está, hala, confirmado que el paciente acudió a la consulta. Como si no lo tuviera delante. Soy médico de los de antes, aparto el monitor que tengo sobre la mesa para otear la cara del sufridor. Unos segundos, no más. Vuelvo a mi ratón y lo subo hasta otro icono, una carpetina con una hojita dentro, muy intuitiva, y otro clic que te preste, y aparece reluciente y mágico en el monitor el formulario para hacer su historia clínica, que recuerda a un crucigrama o a una sopa de letras, y leo, con dificultad de presbicia, en un diminuto recuadro que recuerda una esquela de tercera "Estado actual".

Asomo entonces la jeta por un lateral del monitor:

-¿Qué le pasa?

-Duelme la barriga.

Está claro y así queda reflejado y encuadrado: dolor abdominal. Qué menos que una ecografía. Se va a enterar el ratón. Venga. A viajar. Doy a aceptar y la esquela a tomar vientos con su barriguita dolorosa. A por la eco, campeón. En la ventana de peticiones hago clic sobre RAD (Rayos X, para que os enteréis) y salen carpetinas en fila india, para todos los gustos, TAC, ecografía, mamografía, RMN y sucedáneos. Apunto y disparo la flecha sobre la opción deseada, y más carpetas, escojo la abdominal, ahora dos clic, y sale otra esquelina, que me dice: Datos clínicos. Pues nada, que le duele la barriga. Puedo ahora escoger entre: Aceptar - Aceptar+Informe - Aceptar+Imprimir. Juego al pito, pito, gorgorito y le atizo el flechazo al Aceptar+Imprimir. Me encanta el ruido de la impresora. Uno le va cogiendo gusto a la cosa. Y cómo dejarle marchar sin solicitar un análisis. Además, me pareció que algo amarillo sí que estaba. Flecha va a icono, un diminuto microscopio. Y salen la de mi madre de carpetinas: Analítica standard, analítica completa, analítica preoperatorio, etcétera. La bilirrubina está en la completa, así que flechazo a la diana correspondiente. Y acepto+imprimir, y valido, y doy al icono del informe, y me mareo, y me quedo en blanco.

-Ya está, amigo.

-¿Cómo?

-Que le llamarán para hacer las pruebas oportunas y luego vendrá a por el resultado.

-Y eso, cuándo.

Me olvidé de la condenada cita. Mareo a la flecha, y me vuelvo loco entre un laberinto de iconos de jeroglífica egipcia, y, por fin, le doy fecha.

-El 25 de octubre.

-¡Qué me dice! ¡Si estamos en abril !

-Es lo que hay, lo dice el ordenador.

Me parapeto en el monitor mientras el buen hombre sale de la consulta soltando un rosario de pecados de alto grado.

Y concluyo: en Medicina, como en otras artes y ciencias, no debe jamás ponerse el carro delante de los bueyes. Los nuevos avances deben de ir con nosotros, de la mano. Si se adelantan, metemos la pata.