El Gobierno no va a exigir a los terroristas que pidan perdón como paso imprescindible para entrar en el ancho camino que acaba con los pistoleros tomando chiquitos en la taberna del pueblo y, claro, libres como gaviotas.

Ayer se armó una buena a cuenta de la novedad.

El presidente Rajoy salió a la palestra para decir que nada había cambiado.

Sin embargo, separatistas y socialistas han valorado positivamente la iniciativa.

Y las víctimas, indignadas al cubo.

¿Qué cree usted, amigo lector?

Sin entrar en la terminología administrativa, plagada de trampas y equívocos, es evidente que si los amigos de los asesinos lo celebran y los familiares de los asesinados lo condenan es que se ha producido una variación significativa y en el peor sentido.

El PSOE legalizó de facto a la ETA y la prueba es obvia, en el Parlamento hay media docena de tipos de esa cuerda; y ahora el PP los pone en la calle, aunque siempre habló del cumplimiento íntegro de las penas.

También dijo que no iba a subir los impuestos ni recortar a lo burro los servicios ni incentizar los despidos...

El medios gubernamentales se manejan implícitamente dos líneas argumentales. Primero, que no es cierta la pura suelta de asesinos, ya que, antes, deben ir a clase para cursar una especie de educación para la ciudadanía y solo serán acercados a su casa y tal y tal y tal, pero, ay, bien se sabe que la clave no está en la proximidad, sino en caer bajo la férula del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, que a ver cómo resiste las presiones de los pistoleros disfrazados ahora de palomas.

El otro argumento es que la ETA ya no existe, así que mejor soltar a los presos para que nadie los utilice como excusa para, mismamente, ganar las próximas elecciones.

Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Rajoy es sencillamente ZP II, y no sigo porque me pierdo.