Dos socialistas que desde hace unos lustros vinieron rindiendo servicios en la municipalidad gijonesa, Pedro Sanjurjo, el cabal, y José María Pérez, «Josechu», han partido esta semana de la Villa de Jovellanos para tomar posesión de su butaca en la Junta General del Principado, como diputados del PSOE. Como esto no es un necrológica, pues los socialistas orgánicos van o vienen, se cuelgan o se descuelgan, se meten en una cordada o en otra, y, en fin, son supervivientes más allá de las inclemencias de una vida común, no vamos a escribir sendos panegíricos sobre sus existencias gloriosas o atribuladas. Eso sí, mantenemos lo de «cabal» en el caso de Sanjurjo porque realmente lo es (un cabalismo, o cabalidad, que algunos confundían o fundían en el Ayuntamiento con excesiva creencia en la posesión de la verdad). Algo hemos desconfiado de su etapa de urbanista -no se olvide que el PGO vigente lleva su nombre a la cabeza de los autores-, y lamentamos cada amanecer que el plan de vías y estaciones no haya sido su colofón en vida (municipal), pese a todos los intentos que realizó y a los muchos desplantes con que le trató el Gobierno central. En cuanto a José María Pérez, su inmersión en los medios telemáticos es algo que siempre nos ha impresionado, pues su capacidad debe de ser extraordinaria para vivir una doble vida: una real y otra virtual, en las llamadas redes sociales (llegamos a leer en alguna ocasión que estaba metido en doce a la vez). Y unas últimas palabras de despedida -provisional, suponemos, pese a que quienes entran en la Junta General del Principado parecen desaparecer para el mundo-: ambos fueron en su momento (o lo ambicionaron) aspirantes a candidatos por el PSOE a la Alcaldía de Gijón. Habría mucho que narrar al respecto, pero sólo anotaremos la ternura que nos causa verlos partir juntitos.