Los idus de marzo serán esta vez el 25, en vez del 15. Mejor dicho, serán o no serán en función de si los augurios son buenos o malos. De momento hay que conformarse con los indicios del CIS, que cada cual se ha empeñado en traducir a su manera. Al CIS, por lo que él mismo detecta, no es fácil interpretarlo cuando la fotografía no sabemos realmente si responde a este dichoso encuadre de las circunscripciones electorales que, entre otras cosas, da o quita valor al voto dependiendo de dónde se depositen las papeletas.

Asturias ha salido retratada por el Centro de Investigaciones Sociológicas de aquella manera: el PSOE baja pero gana, el PP aventaja a Foro por los pelos, IU sube y UPyD puede llegar a convertirse en la llave. La mayoría es para nadie, de manera que la gobernabilidad si se cumplen los presagios de los arúspices quedará una vez más a expensas del acuerdo complicadísimo en la derecha según están las cosas y, presumiblemente insuficiente, de la izquierda para poder alcanzar la normalidad institucional en el Principado a salvo de los torpedos.

Pero los asturianos debemos aspirar, por ahora, a la normalidad. A tener un gobierno que se ocupe, aunque sólo sea en una medida razonable, de los problemas que nos afligen, más allá de la confrontación y la bronca. Y lo peor es que la matemática para conseguirlo no sólo consiste en sumar veintitrés, porque los hay tan irreconciliables que con esa cifra no se entenderían.

Una vez conseguida esa normalidad en las instituciones que nos evite seguir caminando por la senda tortuosa de la amargura, además de con los mismos problemas que el resto de España con otros añadidos, tendríamos que confiar en la resolución de los problemas que nos afectan. Los mismos partidos, envueltos ahora en la nebulosa de los sondeos, deberían bajar a la tierra la misma noche del 25 para ponerse a disposición, aunque sólo sea por una vez, de los asturianos y emprender el camino de la normalidad democrática dejando de lado partidismos y fulanismos ¿Lo harán?