Un año después del terrible maremoto que asoló Japón el balance en lo conceptual, ideológico o como se quiera decir es demoledor: 20.000 personas muertas por el seísmo y ninguna por los reactores nucleares arrasados. Sin embargo, y ésa es la cuestión, todas las referencias son atómicas cuando, la verdad, hechos tan gravísimos han avalado la impresionante seguridad de las centrales. ¿Cómo es posible semejante hemiplejía en las ideas y en los valores?

Es posible sencillamente porque los climatistas -herederos directos de los socialistas- tienen la misma aversión al progreso que sus padrinos, y el progreso pasa por una energía barata, que es lo que logran las centrales nucleares. Además, la gigantesca industria petrolera lleva décadas manejando como a títeres a los ecologetas para evitar que las nucleares les arruinen el negocio, y ya se sabe que la izquierda caviar omnipotente es un montaje de los millonarios de toda la vida.

Ocho años después, la memoria de 192 personas asesinadas en Madrid y 1.500 heridas o mutiladas no ha sido borrada, y mira que lo han intentado. Encima están apareciendo nuevas pistas que servirán, al menos, para demostrar que toda la investigación fue una farsa, un engaño, una manipulación y un cuento nauseabundo.

En Japón, tras un año todo está muy claro, aunque los climatistas sigan con su comedia, ¿por qué no ocurre lo mismo en España, donde los progresistas siguen oponiéndose con uñas y dientes a que se aclare el mayor atentado terrorista de la historia de Europa occidental?

Me temo que estamos más cerca de Madagascar que de Japón.