Gijón ha perdido parte del espíritu crítico y rebelde que tuvo a bien y a gala. Parecería que la ciudad dormita un sueño narcótico que le impide mantenerse en alerta._Ningún nervio se enerva contra la exasperante inacción de los que gobiernan; pocas gargantas levantan la voz contra los desmanes de los señores feudales de la cultura y el deporte. Languidecen las antaño belicosas tertulias y echan el cierre los viejos centros de discusión: ya sólo se discute en los bares, y del Sporting, pero ni siquiera el descenso del club señero a Segunda enciende la mecha de la petición de cuentas a los pésimos gestores del desaguisado. De tanto chalé y adosado, de tanto encastillarse cada cual en su almena, se ha perdido el talante reivindicativo del espacio común.