Parece que con la pertinaz sequía muchos ríos no llegan al mar, que es el morir; se quedan por el camino, se pierden, se los traga el cauce cuarteado y terroso como la piel de un rinoceronte. No llegar al mar, para un río, es como para una pierna no llegar al pie. De pequeños se nos decía que las jirafas tenían el cuello tan largo para llegar a la cabeza. Un chiste que a esas edades, más que reír, nos hacía pensar. ¿Y si la naturaleza no hubiera sido capaz de construir un cuello de esa longitud? La idea nos inquietaba porque nosotros teníamos con frecuencia el cuerpo en un lado y la cabeza en otro: en las nubes, en los cerros de Úbeda, en la Luna de Valencia, en Babia...

Hoy llueve en Madrid. Parece una lluvia milagro, un sueño, una rareza atmosférica después de tantos meses. Da gusto ver las calles hidratadas, como un rostro después del afeitado. Inspira escuchar el repicar de las gotas sobre la ventana de la buhardilla. Llanto en mi corazón y lluvia en la ciudad (Verlaine). Hay días en las que todas las palabras desembocan en Verlaine como los ríos deberían desembocar en el mar. Pero hay días en los que las palabras no desembocan en nada, en nadie, no llegan a destino alguno, como un cuello demasiado corto para alcanzar la cabeza o un río demasiado seco para concluir en el océano.

Podríamos decir que la vida es larga para llegar a la muerte, pero no siempre es larga, y no siempre llega. Hay vidas que el cauce seco de la existencia se va tragando poco a poco, de modo que apenas llegan a la muerte o, peor aún, llegan cadáveres al suspiro final. ¿Puede un muerto morirse? Claro que sí, del mismo modo que un difunto puede vivir, de ahí el éxito de las películas de zombis. El éxito siempre explica algo y es que ahora mismo estamos todos con la sensación de no llegar: no llegar al trabajo, a la independencia, a la madurez, a la paternidad? No llegamos, y no por falta de esfuerzo, no porque no seamos chinos, que diría el de Mercadona, sino porque está todo seco, seco y mustio, y nos vamos filtrando en la tierra, desapareciendo en ella, enterrándonos en vida. Hace falta una política hidrográfica en el sentido más amplio del término. Pero tampoco a los políticos les alcanza el talento.