En la girola de la iglesia de San Pedro, el padre Rupnik y su equipo de amanuenses de la piedra han compuesto un monumental mosaico que se antoja catequesis visual en una Biblia de curva arquitectura de apenas doscientos metros cuadrados. Posar los ojos en semejante trabajo de hormiguita, realizado con paciente esmero, piedra a piedra, sobrecoge y abruma. Este jesuita esloveno tan cercano a los últimos papas, cuya púrpura pontificia se ciñe a un mono de color rojo de artista, ha puesto a Gijón en el mapa del arte sacro occidental. La girola de San Pedro será a partir de ahora al imaginario de los creyentes lo que el «Elogio del horizonte», de Chillida, a los descreídos. Su obra es teología de la piedra filosofal. O de la piedra teologal filosofía.