La Autoridad Portuaria de Gijón acaba de levantar la bandera blanca de rendición: El Musel se halla en una situación «insostenible desde el punto de vista financiero». Vamos, que no aguanta el brutal sobrecoste de la magna ampliación portuaria, aquel célebre «deslizamiento» sobre lo previsto de más de 260 millones de euros. A día de hoy, el endeudamiento del puerto es de 465 millones de euros, con gastos financieros de 16 millones en el ejercicio 2011, más intereses adicionales de 7 millones, más 6 millones que se fueron en terrenos de Aboño para rellenos nunca utilizados. En definitiva, un agujero del que no hay manera de sacar el cuello si no es con un esfuerzo titánico. Y la puntilla de todo ello ha llegado como nos temíamos: con la medida de una subida del 30 por ciento de las tasas portuarias, algo que ha llegado sentenciado por el Ministerio de Fomento en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2012, que acaba de ser conocido. Y así, como una ráfaga de visiones demenciales, pasan por nuestra mente aquellos sueños de «polo energético», de puerto para 30 millones de toneladas anuales (hoy no se sobrepasan las 10), de la obra «más ambiciosa» licitada jamás en Asturias, etcétera.

Por ahí anda un venerable senador del Reino por Asturias, Álvarez Areces, que tendría que decir algo de todo esto, aunque sólo fuera en defensa propia. Por ahí anda un secretario general de la FSA-PSOE, y aspirante a la Presidencia del Principado, Javier Fernández, que fue de los más convencidos defensores de un puerto ampliado con fines energéticos (evidentemente, a ninguno de ellos se les puede recriminar haber realizado un antivaticinio). Y por ahí anda un ex ministro de Fomento, José Blanco, que a la hora del sobrecoste dijo que ponía un aval del Estado para un crédito, es decir, la soga que ahora nos ahoga.

Ahora bien, no se explica que con tantas cargas y responsabilidades ajenas la actual Autoridad Portuaria esté tan nerviosa y agresiva. Y, por cierto, si Gijón es puerto de interés general del Estado, aquí estaremos esperando al Estado para que dé la cara.