En el Antiguo Instituto de Gijón, hace menos de un mes, el asturiano Pedro Olalla presentó su último libro, «Historia menor de Grecia», (publicado por Acantilado, abril 2012). El acto fue verdaderamente interesante, no solamente por las ideas que apunta en su libro, que invitan a leerlo con sumo interés, sino porque hubo ocasión de volver a discutir y reflexionar acerca de las amenazas que se ciernen sobre nosotros, tomando como referencia lo que está ocurriendo en Grecia. Era inevitable que el coloquio se centrara en estos asuntos, y hay que reconocer a Pedro Olalla su generosidad y paciencia para responder a todas las preguntas que un público preocupado y expectante le hacía. Este artículo quiere ser una crónica de ese coloquio.

Como decía el autor del libro, Grecia ya no es para nosotros una referencia de nuestro pasado, sino, tal vez, desgraciadamente, «la imagen de nuestro inmediato futuro». El Estado griego ha reducido gastos en inversiones necesarias, ha subido y ampliado el elenco de impuestos y está sometiendo a sus ciudadanos a una presión psicológica suicida. Todo el dinero que recoge y ahorra el Estado está dirigido a pagar las deudas exteriores derivadas de la nefasta política del euro. Si los países hacen caso de las «exigencias» europeas, necesariamente cada vez un mayor porcentaje de su riqueza empezará a coger la ruta de los paraísos fiscales, hacia las arcas de los bancos que tienen su sede en Suiza, París, Fráncfort o la City de Londres. La dificultad que señala Pedro Olalla es que han sido precisamente las castas políticas de nuestras debilitadas y degeneradas democracias las que han contribuido, mediante la firma de pactos que sellan las estrategias financieras, a la depredación contra los estados.

Durante el acto comentó parte del público leyendas que los periodistas han aireado, según las cuales han sido los propios ciudadanos los que, viviendo «por encima de sus posibilidades», han generado esta situación de bancarrota de los estados. Pedro Olalla apuntó con gran acierto que esa no es la causa de la situación actual. Una cosa es que haya fraude y picaresca, y otra muy distinta lo que está ocurriendo también en España. Se trata de una «guerra declarada», un ataque deliberado de corporaciones y estados fuertes, que trata de expoliar los estados, debilitarlos y reducirlos a la servidumbre, mientras que con esa ingeniería financiera se contribuye a la acumulación de capital cada vez en menos manos, que redunda en una impresionante usurpación del poder político, ilegítima, ilegal y fascista. Olalla señaló que se ha conseguido conectar picaresca y crisis como si nosotros mismos hubiéramos sido los verdaderos causantes de la situación. Esta conexión es el Santo Grial del poder financiero internacional, y la base que sustenta la legitimación mediática de esta guerra económica. El periodismo profesional ha contribuido a confundir a la opinión pública divulgando opiniones y chismes que no responden a la realidad. Por ejemplo, hablando de las últimas elecciones en Grecia, han identificado al partido de izquierda griego («Syriza») -que ha tenido tan buenos resultados- con un partido radical extremista, cuando lo cierto es que se trata precisamente de un partido moderado, aproximadamente como es aquí IU, pero sin comunistas, porque en España IU incluye al PCE, mientras que el partido comunista griego, KKE, comparece en las elecciones sin alianzas. Pedro apuntaba en este sentido la necesidad de que los partidos de izquierda alcancen la formación de un frente común para exigir un replanteamiento de las directrices políticas y económicas de Grecia: no tanto -o solamente- la salida del euro, cuanto el negarse a aceptar las condiciones que «Europa» está exigiendo, que es lo que hay que hacer.

¿Por qué los periodistas profesionales contribuyen a la confusión? Nadie lo sabe. En todo caso, esta confusión mediática ha convertido a personas como Pedro Olalla en figuras francamente imprescindibles. Sólo con intelectuales comprometidos es posible que tengamos información fidedigna y responsable acerca de lo que ocurre en nuestra más inmediata realidad. Una de las cosas que todos los asistentes agradecimos a Pedro Olalla fue que haya recogido esa necesidad de convertirse en reportero de Grecia o, lo que es lo mismo, en una de las voces más autorizadas para denunciar los ataques que el poder financiero está dirigiendo contra todos nosotros, contra España, contra los pueblos, contra la civilización, que nació en Grecia.

Estos ataques obedecen a los parámetros políticos que desde hace muchos años los ideólogos del nuevo orden mundial llevan preparando. Jeremy Rifkin, sin ir más lejos, ya hace más de quince años vaticinó (solicitó, recomendó al emperador norteamericano, de quien era asesor) el fin de los estados como el paso necesario para alcanzar una nueva era definida sobre una noción de hombre nuevo, tal como lo perfiló Tocqueville: «Hombres girando cada uno en torno a sí mismo, procurándose pequeños placeres vulgares con los que llenar sus mentes». El ideal de una Unión Europea está resquebrajado. Pero nuestros políticos nacionales y europeos aceptan de buen grado la destrucción de los estados más débiles «esos que los cerdos llaman pigs» -Olalla dixit-, bien con la esperanza de beneficios extra, bien con la miopía de quien no sabe lo que está haciendo o, en el peor de los casos, creyendo de buen grado que lo que se está obligando a hacer a nuestros países es verdaderamente bueno. El proyecto europeo dominado por los grandes capitales, y encorsetado por políticos miopes, despiadados o estúpidos -esa es la duda-, se está derrumbando, para mayor gloria del imperio anglosajón. Hace algunos años Fritz Stern escribió un magnífico libro, «El mundo alemán de Einstein», en el que reflexionaba sobre la enorme promesa cultural que significaba Alemania, su potencial capacidad para liderar al mundo, a finales del siglo XIX. Lamentando cómo ese potencial sólo sirvió para destruir Europa, hoy, cuando vemos esa mueca fija de Merkel, sabemos que de nuevo se están despilfarrando las esperanzas nacidas de la reunificación alemana y del «proyecto» europeo. Sin duda, el libro de Pedro Olalla «Historia menor de Grecia» contribuirá a perfilar el discurso necesario de un intelectual comprometido, que ha sabido desembocar en un análisis político audaz sobre el presente, desde la raíz de la cultura europea y mundial, desde la patria espiritual de la civilización, desde Grecia.