«La ardilla y el caballo»: Mirando estaba una ardilla / a un generoso alazán, / que, dócil a espuela y rienda, / se adiestraba en galopar. / Viéndole hacer movimientos / tan veloces y a compás, / de questa suerte le dijo / con muy poca cortedad: / «Señor mío: de ese brío, / ligereza y destreza / no me espanto, que otro tanto / suele hacer, y acaso más. Yo soy viva, soy activa; / me meneo, me paseo; / yo trabajo, subo y bajo, / no me estoy quieta jamás». / El paso detiene entonces / el buen potro, y muy formal, / en los términos siguientes / respuesta a la ardilla da: / «Tantas idas y venidas, / tantas vueltas y revueltas, / quiero amiga que me diga: / ¿Son de alguna utilidad? / Yo me afano, mas no en vano: / sé mi oficio, y en servicio / de mi dueño tengo empeño / de lucir mi habilidad». / Con que algunos escritores / ardillas también serán, si en obras frívolas gastan / todo el calor natural. / Moraleja: No hay que perder el tiempo y la energía en frivolidades, más vale aprovecharlo en cosas importantes. Fábula de Tomás de Iriarte

Creo que esta fábula que nos dejó hace siglos Tomás de Iriarte, con alguna mínima matización, refleja bastante bien una situación actual en Asturias. Salvando las distancias y el respeto hacia el caballo y la ardilla, bellos ejemplares de la naturaleza, se puede decir que los movimientos veloces y acompasados del galope, el brío y destreza del trote de algunos políticos en el Principado parecen ser solamente esas idas y venidas, vueltas y revueltas sin mostrar ninguna utilidad. Pero pienso que eso ya estaba a la vista del contribuyente, en mi modesto entender.

Recurrí en estas páginas en el otoño de 2010 a los romanos que ya hace más de 2.000 años acudían a las urnas para elegir a sus políticos. Y señalaba posibles similitudes con los comicios que se celebraban en tiempos de Cicerón con el fin de explicar casos de hoy en día. Aunque indicaba también algunas diferencias (léase «Cándidos candidatos» en el enlace https://www.lne.es/opinion/2010/10/13/candidos-candidatos/979837.html), entre otras, que el cargo «se ejercía solamente durante un año» (ahora parece que algunos menos) o que «era necesario ser rico, tener carisma y buenas relaciones» (en estos momentos se exige menos, ¿verdad?).

Y en otro artículo me preguntaba sobre el actual presidente en funciones, «Si es tan valioso ¿por qué no lo aprovechan ellos?» (https://www.lne.es/opinion/2010/09/27/valioso-aprovechan/973219.html), ya que en aquellos momentos era elogiado con gran asiduidad por responsables de varios gobiernos autonómicos fuera de Asturias. Nadie lo aprovechó. Francisco Álvarez-Cascos abandonó meses más tarde el partido al que pertenecía y en el que había llegado a ser secretario general y aún algunos dirigentes de su primitiva formación política le seguían ponderando. Tras esos casi veinte meses transcurridos y después de ejercer el poder (¿y el gobierno?), muchos nos seguimos preguntando lo mismo. Si FAC es un partido de gobierno o más bien una agrupación de intereses en torno a una persona.

La respuesta quizá la encontremos en las informaciones casi diarias sobre sus respectivas juntas locales (Llanes, Castrillón?) o controvertidas dimisiones (Botas, Fernández Tomás, Forascepi?). Uno de sus fundadores, Gonzalo Botas, llegó a manifestar que «Foro es una tribu, no llega a partido político: hay un jefe y un montón de gente que le sigue», como en el chiste que preguntan cuántos indios ves. En fin, si sus publicaciones las titulan como el hormiguero, la voz popular las denomina el avispero.

Miguel de Unamuno escribió: «¡Dormirse en el olvido del recuerdo, / en el recuerdo del olvido, / y que en el claustro maternal me pierdo / y que en él desnazco perdido!». Volver a Cascos, tras casi un año sin gobierno, es como dormirse en el olvido.