Una calle de La Felguera fue dedicada a mi abuelo. Hace un montón de años el Ayuntamiento le puso el rótulo en el lado norte del parque nuevo. «Calle de García-Argüelles (don Ramón)». Era una denominación original, pero reflejaba el conocimiento de los miembros de la Corporación de la personalidad del homenajeado. Ramón García-Argüelles era «el médico», aunque en el pueblo, de unos 30.000 habitantes, había otros profesionales de la medicina. Mucha gente no sabía sus apellidos, pero todo el mundo conocía a «Don Ramón». Pasado el tiempo una nueva Corporación borró esa originalidad y cambió el rótulo por un vulgar Calle de Ramón García-Argüelles. Rompió el encanto.

Los nombres de origen de la calles de muchas poblaciones están desapareciendo. Se pierde el encanto. Ya quedan pocas que mantengan aquellas denominaciones que orientaban al viandante sobre las industrias que en ellas se ubicaban: Curtidores, Calderería, Esparteros, Platería o Herrería del Rey. Con la paulatina desaparición o merma de la artesanía o los oficios fueron dedicándose las rúas a personajes, políticos, profesionales, reyes, santos, ríos, montes o valles, plantas, ciudades, países, fechas y hasta batallas. Siguen existiendo las Nueva, Vieja, Baja o Alta y también otras con más detalle como Del Pozo Amargo, De La Fuente del Puchero, Del Chorrito, De los Frailes, De las Beatas o De las Novias, Del Acantilado y hasta en una ciudad como Toledo, tan lejos del mar, una llamada Bajada del Barco. La calle donde se crio la gran filósofa María Zambrano, premio Cervantes, era conocida como la calle del Mendrugo.

Hay municipios que han nominado calles con meses del año o días de la semana: si en Albacete existe la calle Enero, en Sevilla están las calles Marzo, Abril o Mayo. Igualmente, otras señalan algún acontecimiento allí ocurrido, como el Camino de los Afligidos o el de los Tramposos, del Hombre de Piedra, del Secuestro o las Tres Tazas. Recogidas por la Wikipedia las hay escatológicas (Cagaderas de la Luisa o Camino de los Meaderos parece que existen en sendas villas aragonesas). Y hasta están las de nombre patriótico, como Gibraltar Español o Viva España.

Muchas calles no dicen gran cosa al visitante, y por eso diversas corporaciones han optado por indicar a quién dedican sus travesías o avenidas. Es el caso de Badajoz, donde bajo el nombre del personaje figura en la placa su mérito (Cristóbal Oudrid, compositor musical, 1825-1877; Martín Casado, familia siglo XVII; Muñoz Torrero, sacerdote y político, 1761-1829; San Juan Bautista, siglo I, o plaza de Cervantes, escritor, 1547-1616), o el de Olivenza, que ha rescatado las «ruas», «becos» -callejas- y «calçadas» (López de Ayala, Antigua Rua da Rala, por ejemplo) de su pasado portugués.

Claro que otras poblaciones han optado por nombres modernos, y, así, vemos calles de la Informática, de la Televisión, del Fútbol, del Baloncesto. En Zaragoza un barrio tiene una veintena de calles dedicadas al cine (La Ventana Indiscreta, Ciudadano Kane, La Diligencia, Casablanca, Mary Poppins, Cantando bajo la Lluvia, La Quimera del Oro o El Maquinista de La General); en Madrid, a la zarzuela (La Verbena de la Paloma, Doña Francisquita, La Revoltosa, Bohemios?). También hay nombres que causan extrañeza hasta a los nativos, como las malagueñas calle Mochingo o el nuevo Palmeral de las Sorpresas.