El libro que escribimos al alimón Pablo Sánchez La Chica y yo, en Editorial Catarata, está volando por ahí. Salió del nido en la madrileña Feria del Libro. Y, tras un tímido paso por Euskadi, a la que tanto quiero de tiempos universitarios, y Madrid, bajo el alto patrocinio, en la sede de la Comisión Europea, de Juan Fernando López Aguilar, recala el próximo 29, viernes, en el Club de este periódico.

Pablo y yo llevamos escribiendo juntos papeles parlamentarios desde que llegamos a Bruselas, mediado 2004, pero no nos habíamos decidido a un libro. Apuesto por no desdecir el prólogo de Enrique Barón, presidente que fue del Parlamento y ministro del primer Gobierno de Felipe González, en que la mayor originalidad de «Europeos pero incorrectos» reside en que «no se trata de un relato europeo al uso, lleno de tratados y de fechas. Es una reflexión que parte de la vida misma, más de protagonistas que de testigos».

Pablo, mi compañero de andadura, andaluz, es conocido por los cientos de asturianos que estos años se acercaron a nuestros despachos de Bruselas y Estrasburgo. Y tengo para mí que quiere ya entrañablemente a nuestra región. Es un tipo de calidad, al que mucho debo. Es licenciado en Derecho y Económicas por los Jesuitas de ICADE; cuando lo fiché había pasado por la oficina comercial de Sidney y el prestigioso Instituto Árabe de París, donde se inició en lengua y civilización tan complejas para desentrañar los momentos que vivimos en el ancho mundo. No en vano, ya en mi oficina de diputado, tuvo arrestos para viajar a los campamentos de refugiados de Siria/Irak, tan de genocida actualidad, que mencionamos en el libro, y a Tindouf, que estén o no los saharauis de actualidad siguen para mí y para Pablo con los mismos derechos imprescriptibles a la autodeterminación.

Nuestro libro trata de los informes que el Parlamento ha tenido a bien encomendarme (freno al oligopolio de las auditorías y regulación de ese mercado tan delicado; condiciones para el asilado político, luchador por la libertad o perseguido, a diferenciar siempre del emigrante económico, sin duda muy respetable pero de derecho esencialmente distinto; los derechos de autor y el mercado digital, y la nueva competencia de la Oficina Europea de Marcas en Alicante...) y aun asuntos que nos son inevitables (el carbón, tan en la calle estos días, el Sahara... Turquía... la política exterior...).

Barón tiene la amabilidad de sostener que nuestro trabajo, que compartió como jefe -buen jefe- en años pasados, es todo lo contrario a la incorrección. Pero, naturalmente, otros pensarán distinto, sin duda con su legítima visión de Europa, o, en algún caso, deslegitimados por su posición de lobistas, que, como es el caso de la auditora Deloitte, jamás debería haber caído en la actitud incívica de un comportamiento aberrante y denunciable.

De la mítica Feria de Francfort los editores europeos nos proponen participar en un debate en octubre. Me gustaría que para entonces hubiésemos superado algunos imponderables y podamos asistir para tratar algo más que la consabida crisis financiera, a la que, por cierto, tampoco eludimos en «Europeos pero incorrectos» frente a la que confío que la Cumbre del próximo fin de semana tome decisiones radicales, poniendo de una vez a la señora Merkel en el sitio constructivo que debiera corresponderle.

En fin, gracias, Pablo, algún día, cómo no, asturiano de adopción, sin duda más correcto que muchos de los que somos de origen aunque tengamos ancestros de muchas generaciones, como me ha probado entrañablemente Diego Suárez Infiesta, meticuloso estudioso de nuestras raíces langreanas comunes (La Felguera/Tuilla/Sama).