El último día del Pleno de Estrasburgo se iniciaba con unas palabras de mi gran amigo Luigi Berlinguer, diputado y académico, saludando el éxito de la ciencia, y en especial la ciencia y la inversión europeas, habido con los pasos ginebrinos del bosón de Higgs. Apenas unas horas después me encontraba en Tapia de Casariego en una insólita y encomiable jornada conmemorativa de una precursora, Madame Curie: una exposición entrañable, la presentación de la biografía a cargo de Belén Yuste y Sonia Rivas y el descubrimiento de una placa en la activa, como me la calificaba Rafa Lavandera, Biblioteca municipal.

Me uní pues es admirable que un pequeño Ayuntamiento europeo se vuelque en estas iniciativas, que sorprenden menos si se sabe que hay un alcalde, unos vecinos y un grupo de concejales que llevan una lucha titánica por su concejo contra el «lobby» aurífero anticultural. Ese siniestro emporio realiza actividad frenética de compra de voluntades para hundir la identidad y el medio ambiente tapiegos con cantos de sirena demagógicos cuando aflora el paro más que nunca antes. En su día comparé al Alcalde con un heroico personaje del escandinavo Ibsen. Ahora he conocido a unas concejalas (Ana, María Antonia, Mari Carmen), igualmente partidarias de la mejor Tapia, de la ciencia y la cultura, que no fallarán. De forma nada casual los ediles genuflexos ante el «lobby», a sensu contrario, no se interesan ni asisten a la apuesta científica de su Ayuntamiento, salvo una honrosa excepción que, como tal, espero no siga la cerrazón hasta el trágico final planificado y depredador. Me alegra también oír de las comisarias de la exposición que el restaurante Palermo realizó una recreación del menú con el que se conmemoró el Nobel a la física galo-polaca, que habría superado en calidad e imaginación al legendario Grill del madrileño Palace; legendario por González Ruano (¡el mejor ánimo para Faustino F. Álvarez, su confeso discípulo periodístico astur!), Julio Camba, Pérez de Ayala y otros comensales ilustres que sigo aún hoy, geniales también en sus contradicciones.

A no olvidar que en el desvelado proyecto del bosón estuvieron jóvenes investigadores de nuestra Universidad (Javier Fernández, Isidro González, Jonatán Piedra, Javier Cuevas, Santiago Folgueras, Lara Lloret...). A todos felicito.

Belén y Sonia, que resultaron amigas de mi hermana Mari Carmen, colaboradora de su cruzada difusora de Curie, preparan para 2015, en otro plano, aspectos del quinto centenario de otra mujer singular, Santa Teresa. Me imagino que nada que ver con aquel «paseo nacional-católico del brazo incorrupto», como lo define el ex concejal y cristiano de base Carlos F. Llaneza, exhibición carpetovetónica que, a mi vez, recuerdo, por la vetustense calle de Uría/Escandalera.

Santa Teresa es mito manipulable, que, sin embargo, sobrecogía, en su profundidad intelectual, a mi admirada Simone de Beauvoir, y en cuya lectura crítica me adentró inolvidablemente, en el Colegio de los Dominicos, un profesor de Literatura que Ignacio Gracia recuerda alguna vez, llamado Esteban Inciarte. A la simultánea, J. L. Rodríguez-Vigil, compañero riguroso desde aquellas calendas, nos imbuía de la fuente poética inagotable de San Juan de Ávila.

Me gustaría que, de alguna manera, si las efemérides se inmunizan de contaminantes rancios, participase el Parlamento europeo.

Desde luego, si se contara con el simpar Luigi Berlinguer, el entusiasmo no faltaría.