Cuando apelamos a la oratoria o a la escritura para atraer hacia los intereses propios las decisiones u opiniones de los demás utilizando falacias o argumentos aparentemente válidos que, sin embargo, tras un análisis en profundidad de las circunstancias, son inválidos o simplemente falsos, la demagogia pasa a ser un engaño hacia la población que va dirigida.

No voy a entrar a discutir la ampliación del puerto de Gijón, como tampoco la de La Coruña, ni la construcción de los aeropuertos de Ciudad Real, Castellón, León, Albacete, Córdoba, Badajoz o Lérida, fruto todo ello del gran disparate de los últimos años. Pero el tiempo nos dio la razón a los que pensábamos que la ampliación de El Musel no se justificaba. Prueba de ello es que se establecían tonelajes de 25/30 millones cuando en el 2011 apenas se llegó a los 15. Si a esto le unimos el sobrecoste de 251 millones de euros, entenderemos por qué el Puerto de Gijón pierde 13 millones de euros al año y le obliga Puertos del Estado a subir las tasas un 30 por ciento.

¿Recuerdan las protestas sobre la subida de tasas? Se hablaba del impacto sobre las industrias asturianas, del posible cierre de algunas, incluso de deslocalizaciones. Y ahora, los mismos que así se expresaban, utilizando la demagogia del engaño, ponen el grito en el cielo porque el Puerto de Gijón negoció, con uno de los mayores «traders» del mundo, la entrada de carbón térmico por sus instalaciones.

Tampoco quiero entrar a discutir el tema de la minería y la nefasta política energética (por no haber existido) del Gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero. Un desastre que lo mismo llevaba al cierre de las nucleares como a pagar 7.500 millones anuales a las renovables o 1.500 al carbón nacional. Una falta de política que nos metió en un déficit de tarifa de ¡24.000 millones de euros!

Criticar una operación desprestigiando a una empresa importantísima a nivel mundial (guste o no), o un carbón procedente de Colombia (de donde viene gran parte del carbón extranjero), o la importación en sí misma (cuando el 100% del carbón que consume HC Aboño no es español) es puro engaño a la población.

Si Goldman Sachs hace un negocio con Hidroeléctrica del Cantábrico es porque a los dos les conviene. Y las instituciones, en este caso el Puerto de Gijón, lo que tienen que hacer es facilitar al máximo estos negocios absolutamente lícitos y normales en el mundo de la compraventa de materias primas. Los dirigentes actuales del Puerto de Gijón deberían impulsar este tipo de negocios y no paralizarlos, pues los «traders» son los que pueden aportar en un momento determinado ese negocio tan ansiado, cual es convertirse en puerto «hub», es decir, traer mercancías para almacenarlas y luego enviarlas a otros países.

Los puertos tienen que buscar nuevos negocios continuamente, como si de una empresa privada se tratase, máxime si están con importantes pérdidas como el de Gijón. Los puertos de interés general, como son los de Gijón y Avilés, son de competencia exclusiva del Estado, según se recoge en el artículo 149.1.20 de la Constitución española (con independencia de que el presidente sea nombrado por el Consejo de Gobierno de las comunidades autónomas, según el artículo 31 de la ley de Puertos). Es decir, pertenecen a todos nosotros. Por lo tanto, lo que todos los españoles deseamos, y dadas las circunstancias económicas actuales mucho más, es que sean competitivos, eficaces, ofrezcan un buen servicio a sus clientes y usuarios y obtengan buenos resultados.

En un mundo donde los negocios tienen que ser vistos de manera global, donde sólo los que son competitivos sobreviven, el engañar y/o engañarnos sólo sirve para empobrecernos. Lo que hoy le está pasando a España tiene mucho que ver con políticas colosales de despilfarro durante los últimos años, con dirigentes en instituciones públicas que, lejos de trabajar para los ciudadanos, trabajaban por y para ellos o para sus ánimos de grandeza. Tardaremos años en pagar la burla de estos desalmados. Por eso, en estos momentos más que nunca necesitamos personas comprometidas que velen por los intereses de todos y no se dejen arrastrar por engaños interesados.