La 76.ª edición del Descenso del Sella une la memoria de sus grandes promotores y guías: Dionisio de la Huerta y Emilio Llamedo. El cartel de esta edición recoge la presencia de ambos, que colaboraron durante muchos años, hasta el fallecimiento de Dionisio en Barcelona en 1995. Se complementaban, pues mientras Dionisio tendía a desarrollar el Descenso como la romería total de Asturias, Llamedo, con la ayuda de Perurena y otros representantes de las federaciones Asturiana y Española de Piragüismo, cuidaba sobre todo de los aspectos organizativos y de la competición deportiva. En una ocasión, medio en broma, Dionisio señaló que la competición más divertida sería colocar delante, en la salida, a los piragüistas principiantes. Pero Llamedo quería, sobre todo, desarrollar la pureza de la competición.

Es muy oportuno el homenaje conjunto al maestro y al discípulo en el cartel y en la salida de esta 76.ª edición del Descenso del Sella. El perfil de la fiesta es la obra genial de Dionisio de la Huerta, uno de los mejores conocedores de lo que Pérez de Ayala llamaba «el alma de Asturias». Con Valentín Andrés y el mismo Pérez de Ayala fue Dionisio uno de los que mejor describieron la manera de ser de los asturianos. Nacido en Barcelona, y no en Coya -Piloña- por nacer en invierno, tenía en Cataluña una gran referencia para contrastar los rasgos culturales de nuestra región: «Si un catalán deja de escribirte, ponte en lo peor; si un asturiano te escribe, lo mismo, es que te comunica que ha muerto alguien». Después de una reunión de la comisión organizadora del Descenso del Sella, a mediados de los ochenta, en la que todos los acuerdos se habían aprobado por unanimidad, comentó: «¿Estáis contentos? Pues no lo estéis, entre asturianos, cuando algo se aprueba por unanimidad, nadie se ocupa más de lo acordado».

«Lo más importante del Sella», observaba Dionisio, «sólo lo ven los de fuera, los asturianos no lo percibimos: es la belleza del paisaje». Efectivamente, la belleza del Sella es subrayada por cuantos forasteros se acercan al mítico río. Hace más de medio siglo, un periodista, Pedro de Lorenzo, recorrió los más importantes ríos españoles. En el reportaje que escribió sobre el Sella da fe de que es el más hermoso entre los ríos de España, «y el cronista presume de entender de ríos», añade. En el volumen que la Caja de Ahorros de Asturias publicó en homenaje a don Pedro Caravia, en 1982, figura un artículo de Jorge Guillén, donde el gran poeta de la Generación del 27 escribe: «Desde la altura de mi vejez, mi memoria no recuerda paisajes más extraordinariamente bellos que los panoramas en torno a Ribadesella». Emilio Serrano y yo mismo intentamos convencer, sin éxito, a los últimos alcaldes de Ribadesella para que esta frase de Jorge Guillén figurase en un cartel a la entrada de la villa.

Es muy justo este homenaje conjunto a Dionisio de la Huerta y a Emilio Llamedo, inseparables don Quijote y Sancho del Descenso y creadores de la fiesta asturiana más representativa. A su lado hay que recordar a mucha gente. En primer lugar, a los colaboradores anónimos de Parres y Ribadesella que han dedicado cientos de horas desinteresadamente a la organización de esta fiesta. En segundo lugar, a los que dejaron para siempre el Sella con Emilio Llamedo en el último año, como Armando Prendes, el gran presidente de Los Gorilas de Candás, como Manuel Millán, muchos años alcalde de Parres, y como Antón Durán, ganador de las primeras ediciones y que acompañaba a Dionisio en el desfile inicial de los descensos, como los atletas en Olimpia o como los generales romanos que regresaban después de una gran victoria sobre los bárbaros.

Sería casi interminable nombrar a todos los piragüistas que han contribuido a la universalidad del Descenso del Sella, desde los míticos hermanos Cuesta de nuestra niñez. Los más grandes están en la mente de todos. Pero creo que es obligado citar a quienes hicieron posible que la fiesta de las Piraguas pudiera ser contemplada en todo el mundo, gracias a las transmisiones de TVE. Desde mediados de los años ochenta, los asturianos que formaban parte del consejo de RTVE, Estévez, de Ribadesella, y Valentín Álvarez, de Grado, con el apoyo del general Sabino Fernández Campo, pusieron, generosamente, todo su entusiasmo para que TVE a partir de 1987 diera a conocer fuera de Asturias esta singular fiesta. El precio que tuvo que pagar el Gobierno de Asturias, de 5 millones de pesetas, fue casi un regalo si ponderamos la resonancia que alcanzaron aquellas transmisiones en todo el mundo.