Si tuviera a Laurent Binet pisándome los talones me pondría a temblar. El joven autor de «HHhH», último premio «Goncourt» a la primera novela, un tipo cuyas ojeras y flaca figura parecen ir parejas a su minuciosidad, ha escrito un libro sobre François Hollande. Después de la apasionante obra con la que Binet debutó -la reconstrucción del atentado en Praga contra el nazi Reinhard Heydrich que a la vez es una reflexión sobre cómo se construye la ficción novelesca-, ahora le ha puesto la proa de su pluma al presidente francés. La conclusión a la que ha llegado debería hacer temblar a muchos: Hollande es un robot. No es, ni mucho menos, ese personaje que aparenta: el cordial vecino que todos quisiéramos.

La primera novela de Binet se titulaba «HHhH». El acrónimo corresponde a las iniciales en alemán de una frase muy popular entre los soldados de la II Guerra Mundial que decía que «el cerebro de Himmler se llama Heydrich». Salvando las evidentes distancias, los socialistas me perdonen, llegó un momento en que el cerebro europeo de Rubalcaba se llamaba Hollande. Ese socialdemócrata casi tan bajito como Sarkozy era el que iba a conseguir los alicates para cortar la alambrada financiera y escapar del campo de concentración de la austeridad donde nos tenía confinados Angela Merkel. Hollande era justo lo que estábamos esperando, había logrado que la directora del «Lager» aceptase un fondo de 120.000 millones (que aún no se ha materializado) para reactivar la maltrecha economía de los países del Sur, sobre todo.

La nueva novela de Binet se titula «Nada ocurre como estaba previsto» y eso es algo que afirma este nuevo genio de las letras francesas tras seguir la pista al presidente galo durante casi un año sin encontrarle ni un pelo de humanidad. Pero es algo que también empezamos a ver nosotros, pues Hollande, como Merkel, apremia al primer ministro griego, Samaras, para que haga cuanto antes los ajustes ordenados. A cada día que pasa parece que el afable vecino de al lado instalado en el Elíseo no está por la labor de dar ese oxígeno que piden los griegos y que todo desembocará en una inminente salida del euro del empufadísimo país heleno. Hollande empieza a parecerse mucho a Sarkozy, que tanto se parecía a Merkel. Lo mismo que Rajoy ya imita a Zapatero, tal como Rubalcaba acaso imitaría a todos ellos si estuviera en tan terribles circunstancias, por mucho que diga tirando de demagogia. Aquí parece que sólo hay una cosa clara: el cerebro de Angela Merkel se llama Angela Merkel y si hablamos de la canciller alemana, todo ocurre como estaba previsto. Como nos temíamos. Binet debería escribir su tercera novela sobre ella. De momento, nos iremos entreteniendo con la última de Eduardo Mendoza, donde Angela también tiene una aparición estelar.