Las empresas de vuelos baratos vinieron a ser como el sueño de la teleportación para la clase media. ¿Quién podía permitirse hace décadas pasar este fin de semana en París, el otro en Florencia y el de más allá cenar en Berlín? Volar era algo excepcional en la vida de la mayoría: hoy es tan cotidiano como coger un autobús.

Algún amigo snob me dijo que con la proliferación de los vueltos baratos viajar era una cosa ya bastante pedestre porque lo hacía todo el mundo, y lo mismo te encontrabas con la vecina del cuarto visitando el Palazzo Vecchio que te asaltaba un compañero de oficina en las Tullerías. El mundo es un pañuelo, oiga.

Los viajeros de billete barato han estado dispuestos a admitir casi todo: unos asientos incómodos, unos servicios precarios y hasta el suplicio de comprimir la maleta hasta lograr las medidas establecidas. Lo que no están dispuestos a tolerar es que gozar de un fin de semana italiano sea también una ruleta rusa.

Ryanair ha generado más de 1.200 incidencias en lo que va de año, unas cincuenta a la semana: es decir, siete al día. Nuestro atávico miedo a volar nos hace exigir una seguridad exquisita en los aviones, aunque sea un medio estadísticamente menos mortal que utilizar el coche propio y aunque nosotros mismos viajemos en nuestros vehículos sin revisar frenos, aceite o ruedas.

La aerolínea irlandesa llena al mínimo el depósito, lo mismo que hace todo hijo de vecino cuando repostar se ha convertido en una puñalada directa a la cartera. Y, así, sorteando e incluso excediéndose en lo que la normativa aeronáutica permite, Ryanair se ha convertido en la compañía líder, las alas de los españoles que cargan sus «trolley» por media Europa.

Las autoridades tienen que reforzar las exigencias. Es abrumador que Ryanair haya ocasionado más de 1.200 incidencias en ocho meses, pero no sé si asusta más saber que ha seguido volando sin que se tomen medidas, que se haya permitido que la empresa no abonase las multas. El dicho establece que lo barato acaba saliendo caro. Ojalá un servicio que debe estar al alcance de todos los bolsillos no termine en un lamentable problema. Ya será tarde entonces.