La creciente parálisis mantiene al país postrado de hemiplejia, sumido en una esclerosis que amenaza ya a todos los órganos de la sociedad. Los que gobiernan, por impericia o escasez de arrestos, no aciertan con el diagnóstico; y los que desde la oposición se oponen a todo prefieren rondar al cadáver antes que ayudar a la cura del enfermo. Mientras, sobre el cielo común se extiende un intenso olor a rancio y naftalina. El Gobierno se ha vuelto ingobernable y la ciudadanía asiste estupefacta a semejante danza macabra. Alguien tendrá que alzar la voz y decir que ya está bien, señoras y señores. Sobran las palabras que sólo apuntan a una desesperante cortedad de miras: demuestren que bajo tanta prédica hay capacidad para repartir trigo.