La crisis amenaza con llevarse todo por delante. Acabamos de saber que incluso el programa «Erasmus» podría estar en riesgo. ¿También está en peligro de desintegrarse el «euro universitario»? Sería una verdadera lástima, un grave retroceso, una incongruencia económica, porque, en estos tiempos de búsqueda de eficiencias perdidas, «Erasmus» es el ejemplo de un programa eficiente que «vale mucho más de lo que cuesta», una muestra de lo que tiene de inversión el gasto educativo y de sus efectos multiplicadores, una prueba del enorme potencial de todo lo que se haga con los jóvenes y para los jóvenes, con las universidades y para los universitarios.

En tan sólo dos décadas, el programa «Erasmus» ha conseguido crear universitarios y ciudadanos de toda Europa. Se ha repetido tanto esto que hay que ir más allá del tópico para decir que no es sólo que haya convertido a unos jóvenes en ciudadanos europeos, sino que son precisamente esos jóvenes los que están construyendo una ciudadanía europea, los que forman parte de la primera generación de verdaderos ciudadanos de Europa. Con el «Erasmus» se han hecho expediciones al interior de otras culturas, universidades, países y personas; se han configurado redes de amistad, relación y vinculación (de vinculaciones de todo tipo, porque yo he visto muchos matrimonios entre estudiantes «Erasmus» y, como el tiempo pasa, también algunos divorcios).

«Erasmus» es, además, un programa que ha alcanzado una gran popularidad, que se ha ganado la calle, que ha ejercido una gran fascinación y que ha quitado a muchos jóvenes el miedo al descubrimiento y les ha hecho descubrir que el único miedo que se ha de tener es el miedo a no descubrir nunca nada. En la «Guía no oficial para estudiantes internacionales» que publicamos en mi etapa en el Rectorado de la Universidad de Oviedo una estudiante dejó escrito: «Un idioma no es la suma de algunas palabras y sonidos unidos. Como dice una filósofa alemana: "El idioma de la gente es su alma". ¿Para qué conocer bien un lugar y sus edificios y la estructura de su lengua si no conoces a las personas que hablan esa lengua?».

Desde el punto de vista estrictamente académico, el programa «Erasmus» ha significado un impulso fundamental a la Universidad sin fronteras ni barreras y a la universalidad que la Universidad nunca debe perder; ha resultado decisivo en el proceso de convergencia e integración universitaria europea; ha supuesto una especie de «desarme arancelario universitario» y la instauración de la «moneda única académica» a través de los «créditos europeos»; ha proporcionado unos imprescindibles cimientos para hacer posible la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior.

Asturias y la Universidad de Oviedo se han distinguido desde el principio en la participación en el programa Erasmus, en enviar y recibir estudiantes que han conocido y dado a conocer a Asturias por todo el mundo. Aquí tuvo lugar, por cierto, su primera presentación en España, aquí se le otorgó el reconocimiento como premio «Príncipe de Asturias» y aquí se reunieron en el año 2007 todas las universidades españolas para celebrar su XX Aniversario.

Me atrevo a decir que «Erasmus» es de las cosas importantes que han pasado en los últimos veinte años sobre las que ya no se puede volver atrás, sin las que ya no se puede vivir. Un programa posible gracias a un ejército de universitarios «movilizados por la movilidad» y que ha servido para el conocimiento académico, la interrelación cultural, la experiencia personal... y, también, para el disfrute. ¿Podremos seguir disfrutándolo o también estará en grave riesgo el «euro universitario»?