Es lo que hay; el telediario de TVE de las 9 de la noche dedica su primer cuarto de hora a Iker Casillas y Xavi Hernández. Como si no hubiera otros galardonados en los Premios Príncipe de Asturias, el arranque del informativo únicamente tiene ojos para la pareja de futbolistas. Y es que, mal que nos pese, es lo que interesa a la mayoría. Las humanidades, las artes, las ciencias, las labores sociales y solidarias se ocultan en segundos y terceros planos y no merecen la atención que dispensamos al fútbol. Entre los premiados había personas que llevan toda su vida trabajando para mejorar la salud de los seres humanos, gracias a las cuales el final de nuestros días está escrito cada vez más lejos; también había entidades entregadas en cuerpo y alma a procurar ayuda a los desamparados. Ninguno de ellos fue el centro de atención. Los únicos individuos cuyo trabajo no produce ningún beneficio para sus semejantes, que no busca la resolución de las injusticias, ni la lucha contra las enfermedades, ni el abrigo de los necesitados, acapararon, sin pretenderlo, toda la luz. Ya puedes haber descubierto la solución del cáncer, llevado la libertad a los pueblos oprimidos, alimentado a los hambrientos o escrito las palabras más maravillosas que, como coincidas con un futbolista, olvídate, nadie reparará en tu presencia. Y digo futbolista como podría decir actor o, simplemente, famosillo sin oficio pero con mucho beneficio. Ellos son los héroes de una sociedad que nada objeta contra los salarios astronómicos de quienes no hacen otra cosa que entretener, pero que escatima un sueldo decente a los que han de instruir a nuestros hijos, sanarnos o resolver nuestros problemas. Pero es que el orden de prioridades es así, y privilegia lo que no nos soluciona ni ayuda nada, postergando las labores de las que depende directamente nuestra existencia. Lo que importa es lo inútil. Y, en consecuencia, nos comportamos. Un tipo que le da patadas a una pelota ocupa lo más alto de la escala de reconocimiento; un conductor de autobús, con la inmensa responsabilidad de llevar a nuestros niños al colegio y devolverlos intactos a casa, se las ve y se las desea para llegar a fin de mes. Esa es la escala de valores.