Algunos profesionales y empresas del sector forestal llevan años afirmando que la solución al problema de los incendios forestales está en «limpiar»» el monte. No se trata de que éste esté lleno de basura, sino que quienes hacen esta afirmación consideran al matorral y el sotobosque como residuos vegetales. Su propuesta consiste en retirar toda esa vegetación, rasurando el monte hasta dejarlo como un parque urbano. Unos recomiendan que esa limpieza se haga mediante el uso de maquinaria, y que se utilice la vegetación como biomasa pare la producción de electricidad. Otros sugieren que se utilicen medios más «ecológicos», incrementando la cabaña ganadera para convertir nuestros montes en una inmensa granja de vacas, caballos, ovejas y cabras. Una tercera opción es la denominada «quema controlada», que se diferencia de una quema incontrolada en que la superficie calcinada es menor y se evita dañar el arbolado. Por lo demás, ambos tipos de quemas tienen las mismas consecuencias, erosionan el suelo y destruyen el sotobosque y el matorral.

La limpieza mediante maquinaria fue materia de un artículo de «Europa Press» publicado en este diario el pasado mes de agosto. La multinacional Ence describía como residuos forestales o combustible abandonado todo lo que no sean árboles, afirmando que su existencia es desencadenante de incendios. La empresa cuenta con una planta de biomasa en Asturias, y sugiere que la mejor manera de conservar nuestros montes sería quemar toda esa vegetación en una planta de ese tipo para producir de electricidad. Sin duda, una buena manera de evitar que alguien queme el monte es adelantarse y quemarlo antes. Esto puede generar importantes beneficios económicos a la empresa propietaria de la central de biomasa, pero es un sinsentido plantear la roza y quema de vegetación como estrategia de conservación de la naturaleza. De hecho, numerosos ejemplos han demostrado que la «limpieza» del monte o la construcción de cortafuegos y pistas de acceso son medidas poco eficaces a la hora de prevenir o controlar el fuego, si tenemos en cuenta los graves daños ambientales que conllevan. Sorprende que mientras lanzan al aire este tipo de propuestas, tanto Ence como algunos profesionales del sector forestal continúan fomentando la expansión de las grandes plantaciones de pino y eucalipto sobre las que se concentran la inmensa mayoría de los incendios forestales.

Calificar al matorral y el sotobosque como residuos tiene poco que ver con la realidad. El sotobosque es un componente fundamental de las zonas arboladas. En él se concentra una buena parte de la diversidad vegetal del bosque y de él dependen numerosas especies animales, incluyendo algunas tan importantes desde un punto de vista de conservación como el urogallo. Si eliminamos el sotobosque gran parte de la fauna y flora forestal desaparecen. Lo mismo ocurre con los brezales y piornales, formaciones vegetales que contribuyen a retener la humedad y proteger el suelo de la erosión, facilitando además la regeneración natural del arbolado. Por estos motivos, para una amplia mayoría de la sociedad, matorrales y arbustos son mucho más valiosos en el monte que transformados en electricidad en la caldera de una central de biomasa.

Aunque se trata de una labor muy difícil, identificar y procesar judicialmente a quienes provocan incendios parece la solución más eficaz. En algunos lugares, las mismas zonas son quemadas una y otra vez durante décadas sin que se detenga al causante. Descubrir a los incendiarios sería más sencillo si se incrementase la vigilancia, algo que a su vez contribuiría a la detección del fuego antes de que se extienda. Por desgracia la sociedad no parece estar aún muy concienciada sobre las graves consecuencias derivadas de los incendios, y la colaboración ciudadana para detener a los incendiarios es insuficiente. Seguir informando a la sociedad y educando a los niños desde que comienzan en la escuela parece una buena alternativa para lograr esa concienciación. Paralelamente, resulta lógico pensar en la necesidad de evitar que alguien pueda sacar provecho de un incendio, por ejemplo prohibiendo el uso ganadero de las zonas quemadas, tal y como se está haciendo en algunas lugares en la actualidad. Como medida preventiva, cabría racionalizar el uso del territorio evitando la existencia de masas continuas de especies foráneas muy susceptibles al fuego, como pinos y eucaliptos. Intercalar áreas de bosque caducifolio dentro de estas plantaciones rompería esa continuidad y dificultaría el avance del fuego en caso de incendio.

Resulta tan sorprendente como necesario tener que recordar que los montes son sistemas naturales y no meros almacenes de materias primas. Describir la frondosidad de un monte como combustible acumulado es como calificar de montón de carne a una manada de venados.