Ya ruge la leona -y no nos referimos, por supuesto, a la alcaldesa Carmen Moriyón- de la subida impositiva a manos de los gobiernos local o regional, que procurarán recuperar por otra parte lo que se reduce a causa de la caída de la actividad económica o de las mermas en los bolsillos ciudadanos.

En parte, las intenciones recaudatorias de un ayuntamiento ya han venido servidas por el actual Gobierno estatal cuando, a la par que incrementaba el IRPF, hacía lo propio con el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), un verdadera puñalada trapera a favor de las municipalidades, la cual se notará, no obstante, más en unas ciudades que en otras. Por ejemplo, en Oviedo claman «¡catastrazo!» y en Gijón estamos en un veremos.

Pues, bien, siendo un hecho probado que en las arcas municipales o autonómicas caerán menos contribuciones del pueblo, lo que no nos explicamos es la tímida reducción en partidas de gasto que parecen intocables. Ya nos hemos referido aquí al vergonzoso, por escaso, recorte en la Junta General del Principado, que ha sido como retirarle el chocolate al loro. Pero en ámbitos municipales no entendemos que no se le meta más mano al teatro Jovellanos, o a esa red insostenible de miniayuntamientos repartidos por toda la ciudad, o a las piscinas climatizadas, o a los campos del golf públicos.

Evidentemente, el gobierno municipal de Foro no quiere complicarse la vida, sino mantener una especie de «tempo sostenuto», sostenido, descuidado, de ir tirando e incluso de ir metiendo más dineros allí donde precisamente otros los retiran (Liberbank), o donde se les ocurre.

Queda por lo menos un año de descenso al fondo de la crisis (Rajoy dice que en 2014 empezaremos a levantar cabeza, aunque antes había afirmado que era para junio de 2013), y, por tanto, las necesidades esenciales serán más apremiantes. Mantener a palo seco lo superfluo es una flagrante irresponsabilidad; eso o tancredismo.