En la sala de arte Pablo's (calle Canga Argüelles, 26) y hasta el 10 de diciembre, se rinde un homenaje a Inocencio Urbina Villanueva (Mieres, 1926-2011). La galerista Covadonga Valencia ha recabado de sus clientes algunas obras de Urbina para dar al público una imagen más certera de su producción. Este pintor humilde, callado, buena persona, dedicado a su trabajo y su familia, bien merece tal homenaje.

Cuando todas las tardes salía a pasear, llevaba siempre consigo lápices y cartulinas. En el dibujo era excelente, captando paisajes y personas al primer toque, con una espontaneidad y una mirada certera que produce tanto deleite como asombro. El Grupo Iris le dedicó un homenaje con el libro «Los mineros en dibujos de Inocencio Urbina», prologado por Rubén Suárez. Mucho ha contribuido Inocencio Urbina a fijar el recuerdo de la mina y los mineros de Mieres. En su obra, óleos y dibujos, figuran silicóticos, vagoneros, picadores, carboneros con el saco en la cabeza, arrieros de la mina guiando a los animales que tiraban de las vagonetas, «pescadores» de carbón en el río, mujeres en la escombrera recogiendo carbón y llevándolo en un saco sobre la cabeza? Los pozos de San Nicolás y San Antonio le deben amplia memoria, igual que escombreras, lavaderos y castilletes. A su amigo, el monologuista mierense Julián Burgos, le ilustró un libro de monólogos: ambos a dos, sin fallar durante cuarenta y un años seguidos, enviaban un monólogo con cuatro o cinco dibujos para los carteles de las fiestas. Fue sobresaliente Urbina en el retrato, acertando en poses y actitudes sobre la base de su certero dibujo del modelo. Dedicó series de dibujos famosos al tema del fútbol, un fútbol de barrio, de pelea casera, algo así como el Betis y el Sevilla, pero mirados con el microscopio que hace grande lo mínimo y cotidiano.

Urbina fue un hombre religioso. Pintó un viacrucis con 14 estaciones de 2x1 m. que estaba colocado en las paredes de la iglesia de los Pasionistas de Mieres, llamada iglesia del Convento. Y pese a que estos frailes veneran especialmente la pasión de Jesús, el viacrucis de Urbina desapareció. Se utilizaron los cuadros boca abajo, como una alfombra, para proteger el suelo cuando la iglesia fue pintada. Y se perdieron, claro. En 2003 publicó Urbina 50 ejemplares de un viacrucis serigrafiado, a tamaño 42x30 cm. Retoma el estilo que él llamaba «poligonista», descomponiendo en figuras geométricas hojas, telas, suelos, cuerpos, animales y cortinajes. Otros cuadros suyos se pueden ver en las iglesias de Mieres.

El estilo «poligonista», variante del cubismo, fue cultivado por Inocencio Urbina en los primeros años 90 del pasado siglo, especialmente aplicado a bodegones. Descomponía en figuras geométricas las manzanas, las botellas, los vasos y los jarrones, aplicando matices de color a cada plano obtenido.

Fue Urbina gran pintor de la naturaleza asturiana, cosechando increíbles aciertos en sus óleos de montañas y paisajes, con verdes muy diversos y nieves que se confunden con las nubes blancas. Los lugares escogidos, con su clima, estación y momento, prueban la sensibilidad del artista. Un pintor sosegado, que nos transmite en su obra la fascinación que siente por esa naturaleza que adora. Igual que el paisaje de Asturias entre el Pajares y el Cantábrico, cultivó Inocencio Urbina también el paisaje castellano de más allá de los montes. Pues bien sabido es que la diócesis de Oviedo llegaba hasta Benavente en tiempos históricos, cosa que terminó a mediados del siglo XX. Pero sigue siendo zona copada por asturianos en el verano, cuando van a secarse a la Meseta.

Han escrito y hablado sobre Inocencio Urbina los pintores Magín Berenguer y Paulino Vicente. Y los críticos Rubén Suárez y Jesús Villa Pastur. Este último le dedicó un «Ensayo crítico-biográfico», editado por el Grupo Iris de Mieres en 1982.