La semana pasada se presentó un proyecto de educación financiera en la web, promovido por varias universidades y fundaciones, en el que tengo el honor de participar, con el título que encabeza esta columna: «Finanzas para mortales».

Quizá lo financiero haya sido cosa de divinos para perplejidad de los mortales y por eso se requiere conocimiento, información y explicación para entender la economía y las finanzas, especialmente en estos tiempos de crisis, en esta época de nuevas tendencias y profundos cambios, para la que casi podría pensarse que estuviesen escritas las palabras de Benedetti: «cuando creíamos que teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas». La gente tiene derecho a saber, a entender, a participar en lo que está ocurriendo en la economía y por eso la educación financiera es ahora más necesaria que nunca, porque hay que hacer más comprensibles los conceptos económicos a los ciudadanos; hay que ayudar a la adopción de decisiones informadas y difundir las nuevas tendencias que emergen en el mundo de la economía; hay que promover los valores, la ética y la responsabilidad social en los negocios para que, como decía Voltaire, «quienes creen que el dinero lo hace todo no terminen haciendo todo por dinero».

En ese acto participaron dos ex ministros de Educación -Federico Mayor Zaragoza y Ángel Gabilondo- y varios rectores universitarios con la presidenta de la CRUE a la cabeza, y, hablando de educación, la conversación era inevitable: los recortes en los presupuestos universitarios y en los fondos de investigación, que han dado lugar al inusual y destacado gesto de una declaración conjunta leída simultáneamente por los rectores de las universidades públicas españolas.

Desde estas páginas yo también quiero sumarme plenamente a ese gesto y a ese comunicado. Como en su día dijo el rector de la Universidad de Harvard, si alguien cree que la educación es cara, que pruebe con la ignorancia. Entonces podrá comprobar lo cara que la ignorancia acaba resultando.

Eso es lo que ahora nos estamos jugando y en la educación, y muy particularmente en la investigación, quizá dentro de unos años podamos comprobar por desgracia lo caros que nos pueden salir los recortes que ahora se están haciendo.

Pero estamos en tiempo navideño y, saturados ya de tantas malas noticias económicas, me permitirán que me sume hoy a mensajes destinados a recobrar algo de confianza y de optimismo, de fe en nosotros mismos y en nuestras capacidades, como los del magnífico anuncio de Campofrío o del vídeo promocional de una compañía que circula estos días por Youtube y habla de una economía española llena de potencialidades.

Somos, dice ese vídeo, el segundo país del mundo en ingresos turísticos, con unas exportaciones creciendo a ritmos significativos en plena crisis, y contamos con empresas que, por ejemplo, lideran la ampliación del canal de Panamá, las telecomunicaciones en América Latina y la moda en todo el mundo; que construyen el tren de alta velocidad de La Meca, gestionan aeropuertos, sistemas de reservas y de control de vuelos y suministran aerogeneradores y parques eólicos en diversos países; que construyen desalinizadoras en el desierto de Atacama o desarrollan una vacuna contra el alzhéimer.

Pese a las indudables y graves dificultades, también en Asturias podemos encontrar algunas noticias esperanzadoras. Este año se ha batido el récord de exportaciones de nuestras empresas. En Arcelor se ha llegado a un acuerdo que resultaba crucial y se publicita como guía de un nuevo modelo laboral. Con todos los peros que se quiera, se supera la prórroga del Presupuesto regional y se renueva la concertación social. El decisivo tema de la tarifa eléctrica parece que podría estar encauzado, al menos transitoriamente. Thyssen logra contratos y garantiza su carga de trabajo para el próximo año. Bayer anuncia que duplicará la fabricación de sus productos.

Ya sé que, ante la envergadura de los problemas, lo dicho puede parecer como si se pretendiese curar un cáncer con aspirinas. Pero no sobran mensajes como éstos, aunque sólo sea para hacernos recuperar un poco de la esperanza y la ilusión que tanto necesitamos, para no resignarnos y cobrar confianza para saber que en tiempos de crisis como éstos lo que se precisa es recobrar la certeza de nuestra capacidad para cambiar las cosas. Les deseo muy feliz Navidad.