Madrid -el poder allí ubicado, al menos- parece con frecuencia convertir los sesos en requesón, pero no de modo ficticio, como en el quijotesco episodio de los leones, sino de forma, aunque metafórica, más bien real. Un empirista decimonónico atribuiría, tal vez, esos efectos al calor del secarral mesetario; un sociólogo contemporáneo doblado en psicólogo, a la progresiva conversión de políticos y partidos hacia un progresivo autismo autocrático.

Una de las más destacadas manifestaciones de ese autismo autocrático estriba en el desconocimiento de lo que es la realidad del Estado a la hora de legislar. La última muestra de ello es lo que la ley Wert de educación (LOMCE) prevé en relación con la enseñanza del asturiano o del aragonés: nada, o, mejor, su eliminación del currículum, puesto que no se contempla un hueco para la impartición de la asignatura. Entiéndanme bien, no es tan solo que se dé un trato justo o injusto al asturiano, que, una vez más, se lo persiga y prohíba de facto, sino de algo más profundo: la ley desconoce la existencia de estatutos de autonomía -textos de cosoberanía que priman sobre cualquier ley orgánica parcial- que garantizan la enseñanza de una lengua no declarada «cooficial» y depositan la capacidad de reglar su impartición en la comunidad política depositaria de esa soberanía. En otras palabras, y en nuestro caso, el Gobierno y el Ministro hacen caso omiso del Estatuto de Autonomía de Asturies y su derivada ley de uso y promoción del bable/asturiano.

¿Desconocen por completo su existencia? ¿Es posible que ninguno de los asesores jurídicos del Estado haya hecho advertencia de ello? ¿O es simplemente que, no siendo nadie los asturianos, ni siquiera se den cuenta de nuestra presencia y realidad? En todo caso, la obligación de los mandatarios es conocer el conjunto del Estado y las leyes que obligan en sus actos.

Es cierto que, seguramente, desde aquí, ni una palabra habrá sido dicha por los conmilitones asturianos del PP. En primer lugar, debido a que a ellos les es bastante despreciable la realidad del asturiano y una nonada nuestra autonomía; en segundo lugar, porque, como todos los partidos centralistas asturianos, están a lo que les manden desde sus casas centrales, y no a plantear problemas desde la sucursal. En el caso del PSOE, la consejera de Educación, doña Ana González, dice aquí haber manifestado alguna cosa, a modo de protesta, en Madrid, pero lo cierto es que esa manifestación no aparece en ningún medio de comunicación estatal. Sí aparecen, por el contrario, las que son las verdaderas «razones» del PSOE para oponerse a la ley Wert, la cuestión de la religión y el igualitarismo milagrero.

Pronto van a cumplirse, por otra parte, seis años de otro acto de desconocimiento de lo que es el Estado, que nos ha llevado a esta situación: la reunión en que don José Luis Zapatero y don Artur Mas se encerraron en la Moncloa con tabaco Marlboro, jurista Caamaño y dos cráneos privilegiados, los suyos, para parir un texto legislativo, el Estatuto de Cataluña, que desconocía la realidad del Estado y de la legalidad, y que, por otra parte, constituyó el mayor engendro jurídico que nunca haya visto la luz en este país, ¡y ha habido muchos! Seguramente, las razones y las pulsiones, sobre todo estas últimas, de don José Luis son muy distintas a las de don José Ignacio para perpetrar sus disparates, pero parten ambas del mismo desconocimiento y desprecio de lo que son el Estado, su realidad y sus normas.

Por cierto, no sería de extrañar que en la actual deriva de don Artur Mas pesasen las burlas y tomaduras de pelo que le hicieron el PSOE y don José Luis: a principios del 2003, el señor Zapatero transmitió en persona, y en el propio palacio de la Generalitat, al Conseller en Cap, señor Artur Mas, la promesa de que Cataluña y Euskadi tendrían más capacidad de autogobierno. Más tarde, PSOE y ERC arrebataron a Mas unas elecciones que había ganado. A continuación, el de León afirmó: «aprobaré el Estatuto que me llegue de Cataluña». El 21 de enero de 2006, el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, y el jefe de la oposición de Cataluña, Artur Mas, se encerraron, como he dicho, toda una tarde en la Moncloa para pergeñar lo que pergeñaron. Después, vino lo que vino.

Por cierto, todo ello había arrancado un 30 de agosto del 2003 en Santillana, donde el PSOE -con el «prudente», «centralista», «igualitario», «mesurado» y «hombre de estado» don Javier Fernández a la cabeza- se había propuesto impulsar el «federalismo asimétrico» y establecer españoles de primera y de segunda (o tal vez, incluso, de tercera, los asturianos). Pues bien, hoy, tras aquella desastrosa aventura para todos, tras aquellos polvos y estos lodos, el PSOE, con don Javier Fernández otra vez como principal promotor, se dispone a impulsar un «Santillana2» para tratar de nuevo de instaurar en España el federalismo asimétrico e inigualitario. Y, otra vez, con la finalidad de, entre otras cosas, ayudar a sus íncubos del PSC (o súcubos, que ellos sabrán).

En cualquier caso, un nuevo episodio de esa celada madrileña que, entre el autismo y la autocracia, convierte los sesos en requesones y hace ignorar lo que es el Estado y cuál su legalidad y legitimidad.