Ya lo saben: el próximo día 23 -antes incluso de cumplirse dos meses de la victoria de Mas- Cataluña se declarará independiente con apenas algún disimulo semántico que sólo engañará a los que de mano quieren mirar para otro lado. Y aún aseguraban algunos -qué algunos, casi todos- en aquella noche de urnas que los nacionalistas habían llevado un palo de miedo. Lo dicho, en vez del toro bravo deberíamos titular al avestruz como animal totémico nacional. Al menos para lo que va a quedar, en sólo unos días, de esta nación.

El deterioro de España es absoluto. El abogado de Diego Torres, socio de Urdangarín en la cueva de Alí Babá que tenían montada, envía correos para anunciar «bombas atómicas» y asegurar que va a «acabar con la Monarquía», y a fe que lo puede lograr, porque si Corinna zu Sayn-Wittgenstein estaba en la trama, como ahora se sugiere y documenta, el panorama para la corona se vuelve aprisa y corriendo de color hormiga. Pensarían como el filósofo Wittgenstein -no sé si pariente de la doña- y su inmortal prescripción: «De lo que no se puede hablar lo mejor es callarse». Va todo tan rápido como ocurre con la propia independencia de Cataluña, porque la crisis es multiinstitucional.

Lo mismo ocurre en el País Vasco. Una declaración de apoyo a los etarras es firmada por Pilar Bardem -actriz progre de cuarta división, inolvidable en «La venganza de la momia»- y Federico Mayor Zaragoza, el rector más joven del franquismo cuando, no hay duda, los ponía a dedo al general: neosoviet y católico-fachas de la mano en apoyo del inveterado terror rojo-meapilas. Y por volver a Cataluña, ahí está la familia Pujol, con Oriol a punto de ser imputado en el fraude de las ITV, Oleguer, invirtiendo aquí y allá decenas de miles de millones con misterioso origen en paraísos fiscales, y la correspondiente y cristiana esposa y madre figurando, como Corinna, en el corazón de la pomada. ¿Quién da más?