Creo haberme pasado, no haber sido justo, el otro día en que consideré a los Mossos d'Esquadra como la organización policial más cruel que la Gestapo alemana y la KGB soviética.

El malo de la película catalana, sobre las fuerzas de seguridad y la represión a los manifestantes, no fueron los Mossos, sino el jefe de los Mossos, un tal Felip Puig, conseller de Interior.

Mintió al atribuir la pérdida de un ojo de una manifestante a otro participante en la protesta callejera. Mintiendo, negó la agresión de sus fuerzas a un menor de edad.

Este personaje tan amigo de negar lo evidente es el más íntimo colaborador de Artur Mas, el president, que parece no poder prescindir de su asesoramiento y por eso en el nuevo Gobierno lo ha vuelto a incorporar. No como mandamás de los Mossos d'Esquadra, sino como conseller de Empleo y Ocupación.

El historial de este político (soberanista y mendaz) es un peligro, pues puede dejar desempleada y desocupada a media Cataluña.

Que carguen con las consecuencias, que se les suponen, Artur Mas, su presidente, y Convèrgencia, su partido.

Terminemos echando mano del refranero: «El que miente con cinismo es un mendaz y de cualquier barrabasada es muy capaz».