Pertenecemos a un país que no suele ser muy delicado con sus conciudadanos. Con bastante frecuencia la envidia, que es uno de nuestros pecados capitales, nos impide reconocer los méritos de algún compatriota e incluso ningunearlo de una manera ofensiva. Nos dedicamos a poner verdes a cualquiera que destaca y concedemos honores y distinciones a alguien que no lo merece, pero tiene mucho dinero o mucho poder.

Hoy quiero centrarme en una de estas personas a las que siempre he admirado y del que estoy segura de que la mayor parte de los habitantes de este país nuestro nunca ha oído hablar. Se trata de Blas de Lezo, más conocido como «Medio Hombre».

Blas de Lezo nació en Pasajes (Guipúzcoa) cuando los vascos se sentían orgullosos de ser españoles y paseaban su orgullo español por todos los mares. Nace, pues, un 3 de febrero de 1689 y muere en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741. En ese corto espacio de tiempo fue capaz de llevar el nombre de España mucho más allá de nuestras fronteras y conseguir derrotar a la mayor flota del mundo a la sazón. Fue uno de los más importantes estrategas de la Armada española en toda su historia.

Su carrera militar empezó muy pronto. Se enroló en la Guardia Marina al servicio de la escuadra francesa, cuando sólo tenía 17 años. En aquel momento la Armada francesa y la española eran aliadas en la guerra de sucesión, defendían a Felipe de Anjou contra los ingleses, que defendían al archiduque Carlos de Anjou, no porque les pareciese mejor candidato, sino porque tenían miedo al poder que podían conseguir los Borbones unidos. En la batalla de Vélez-Málaga se enfrentan las dos armadas y aquí comienzan las sucesivas heridas que sufrió Lezo debido a su bravura y su coraje. Una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda teniendo que amputársela por debajo de la rodilla, por supuesto, sin anestesia. Se hizo famoso entre los otros marinos porque no profirió una queja.

En 1705 vuelve a bordo y continúa luchando con el mismo arrojo. En 1706 se le ordena aprovisionar a los sitiados de Barcelona, misión que realiza con gran ingenio. Posteriormente, cuando estaba destinado en la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, una esquirla procedente de un cañonazo le entra en el ojo izquierdo y como resultado pierde la visión de ese ojo.

A estas alturas, ya tuerto y cojo, sigue navegando y luchando con el mismo valor. Los ingleses lo temen por sus abordajes, en los que consigue vencer a navíos mucho más grandes y con más tripulantes. Posteriormente, participando en el asedio a Barcelona, se acerca demasiado a sus defensas y recibe un balazo en el brazo izquierdo del que nunca se recuperó. A los 25 años era manco, cojo y tuerto...

Yo comparo a Blas de Lezo con el almirante Nelson inglés. Ambos fueron excelentes marinos, ingeniosos, con unas grandes capacidades estratégicas y tácticas, y llevaron a sus armadas a alturas increíbles. Los dos marinos fueron heridos en numerosas ocasiones; Nelson perdió la visión del ojo derecho luchando en Córcega y en su única derrota en Santa Cruz de Tenerife recibió un disparo de cañón en el codo derecho, perdiendo la mitad inferior del brazo. La diferencia entre los dos es que a Lezo no se le veneró en España a su muerte como se hizo en Inglaterra con Nelson, que recibió toda clase de honores, incluido funeral de Estado, y aún hoy es recordado todos los años y se le dedicó una de las plazas más importantes de Londres, Trafalgar Square, con su estatua colocada en el mejor lugar.

Blas de Lezo consiguió una victoria igual de importante y trascendente que la de Nelson, venciendo a la Armada inglesa en Cartagena de Indias, de donde había sido nombrado comandante general. Los ingleses atacan Cartagena con la excusa de que un capitán español había vencido al pirata Jenkins, le había cortado la oreja y se la había enviado al rey diciendo: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve», versión del pirata. Los españoles estaban hartos de que los piratas ingleses entorpecieran el tráfico de ultramar. Por ello esta guerra se llamó «la guerra de la oreja de Jenkins».

Los ingleses prepararon una Armada tan grande como había sido la Armada Invencible de Felipe II: 186 barcos y 23.600 combatientes, mientras que las defensas de Cartagena consistían en tres mil soldados y seiscientos indios más seis navíos. Los ingleses estaban tan seguros de su victoria que habían acuñado monedas con la inscripción «El orgullo español humillado por Vernon». Tan espectacular fue la derrota de los ingleses que aseguró a España el dominio de los mares durante más de medio siglo. El rey Jorge II prohibió que se hablara de esta batalla y para la historia inglesa fue como si nunca hubiera existido.

Desgraciadamente, en España no se hizo como se haría con Nelson en Inglaterra cincuenta años después. Ni tuvo un funeral como el de Nelson cuando murió en Cartagena poco después de la peste. Hoy en día está casi olvidado.