Tal día como hoy del año 1899 se ratificó el Tratado de París, por el que España cedía Cuba, Puerto Rico y Filipinas a EE UU por 20 millones de dólares. Vamos, como los 19 millones de Bárcenas deflacionados y que ahora Hacienda ha decidido no regularizar. Para poner las cosas aún peor se sospecha que dos decenas de sujetos de la trama Gürtel aprovecharon la amnistía fiscal de Rajoy-Montoro para lavar lo defraudado.

En su momento, la amnistía recibió un aluvión de críticas por lo que tenía de jugada desvergonzada, ya que amparaba a los sinvergüenzas; crecieron las denuncias cuando se vio que apenas rentaba a las arcas públicas y ahora es de temer que todo haya sido una operación gubernamental para que conmilitones y cocarnetarios populares, que tanto habían robado -y repartido- limpiasen los delitos. Si se confirma la historia de los sobres, los papeles de Bárcenas y demás, sería, en comparación, un juego, porque ni en los estados fallidos ocurren cosas semejantes.

Ruego al dios del fisco que no sea verdad.

La liquidación del imperio de ultramar -el Desastre, según de dice- fue un mal que vino con bien porque España vivió años de prosperidad, aunque el derrotismo de la generación del 98 -malditos literatos: fueron aún más dañinos que los afrancesados- tiñó el trance de negro pesimismo. Por poner un ejemplo actual, a modo de ejercicio de estilo: si se independiza Cataluña, ganamos. Y no digamos si se nos une Portugal, que está al caer. Excuso comentar la suerte de una Cataluña independiente: como Cuba, primero ocupada por la superpotencia vecina, en un caso EE UU y en el otro Francia; después, corrupción a manta -ya la tienen galopante- y, como remate, una dictadura degradante hasta límites de horror.

La actual ruina moral, política, económica, social y galáctica de España puede dar paso, tras la limpieza imprescindible, a un futuro esplendoroso. Sólo es necesario echarlos. A todos.