Donde mejor ha reinado Juan Carlos I ha sido en Televisión Española. Desde el canal oficial del reino de España el reinado ha sido relatado como un «Cuéntame» en directo, porque no hay Monarquía que no contenga un cuento nostálgico, que no empiece con un «érase que se era». Sus programas informativos han creado y esparcido todos los tópicos (ahora rotos) de la Familia Real. Por TVE supimos que conducían su propio coche, que rompían el protocolo, que eran sencillos y discretos, deportistas y apuestos, cazadores y ecologistas. Los vimos volver a casa por Navidad, parar el golpe de Estado (del que luego nos contaron lo que no vimos, una y otra vez y luego, de otra manera, la transición, que habíamos visto y vivido y no la recordábamos así), los vimos casarse, bautizar a sus vástagos, cumplir con los sacramentos de la Santa Madre Iglesia, e incumplirlos, como todos, sin querer, porque la vida es larga y ancha.

TVE ha sido el retratista real, el Velázquez de los siglos XX y XXI de esta familia que tiene su Museo del Prado en Prado del Rey. TVE le ha dado tanto a la Familia Real que hasta le ha facilitado una Princesa extraída de sus informativos, lo que es casi una donación de órgano de un familiar, y fue la única novia del Príncipe compatible, descartado el círculo de amigas de toda la vida y el catálogo de modelos nórdicas.

Ahora los relatos de la familia con la que hemos crecido, a la que hemos visto envejecer, son los que da la erosión también en esos pináculos: historias de enfermedad, de desamor, de corrupción, de tensión interna, de ambiciones...

Hace días supimos, quizá por error, que el taller de Prado del Rey trabaja en el retrato de la abdicación de Juan Carlos I, y sólo cabe creer que TVE no se equivoca cuando se trata del Rey y de su casa, y que está preparándole otro retrato para otra ocasión.